CUARTO DOMINGO DE CUARESMA - CICLO A

Primera lectura: 1Samuel 16, 1b. 6-7. 10-13a; Salmo 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 (R.: 1); Segunda lectura: Efesios 5, 8-14; Evangelio: Juan 9, 1-41.

laetare

Estamos en el cuarto domingo de cuaresma, domingo de laetare, domingo de festejo. Estamos cada vez más cerca a la celebración de la Pascua del Señor.

Un detalle que me llama la atención en este domingo es la luz. En este tiempo de cuaresma tenemos el gran don de parte de Dios de ayudarnos a ir mejorando, perfeccionándonos y santificándonos. Y la segunda lectura nos dice “En otro tiempo eran tinieblas”. Es una frase dura. Posiblemente con nuestra vida y actuación hemos sido ocasión de pecado para alguien y hemos oscurecido o enceguecido su existencia. Podría ser que hemos llegado a ser piedras de tropiezo. Pero luego nos dice el apóstol “Son luz en el Señor”. No luz por mis méritos, por mis talentos, por mi modo acertado de obrar. Soy luz por la gracia de Dios. La pregunta es cómo saber que lo soy, para ello el apóstol nos pone tres virtudes: la bondad, ¿soy bueno con los demás?, la justicia, ¿soy justo con los demás y en cada cosa que me toca hacer?, verdad, ¿soy veraz? ¿digo la verdad? Esas son las obras de la luz de Dios. Dios ilumina, no oscurece.

Y en el Evangelio de hoy vemos la escena del ciego de nacimiento. No olvidemos que para la mentalidad judía el resultar enfermo o tener lesiones como la ceguera era señal que la persona o algún ascendiente suyo había cometido un pecado. No está lejos de la realidad, porque cuando pecamos podemos convertirnos en la causa de la ceguera para muchos y los llevamos al camino equivocado. 

Pero el ciego será ungido por el barro hecho por Jesús y le abrirá los ojos para que vea la realidad de una forma novedosa. Nosotros también necesitamos que Jesús nos unja con la misericordia para ver la realidad de una forma totalmente distinta. Que nuestros pecados personales ni los pecados sociales nos impidan tener una mirada como la de Cristo.

En este mismo Evangelio vemos que los fariseos y los demás judíos no creían que Jesús podía realizar esos prodigios. Maltrataron al pobre ciego. Y a veces nosotros, sobre todo los que estamos dentro de la Iglesia, pecamos de poca fe. Cuestionamos a aquellos que el Señor ha limpiado de su ceguera y les hace ver las cosas de otra manera. Dios quiere quitarnos la ceguera, pero algunos creen ser los dueños de la gracia. La defensa del ciego respecto de Jesús le otorga un gran don: se le revela que Él es el Hijo del Hombre, se da cuenta de ello y se postra. Nosotros no nos salvamos porque una persona controle nuestra existencia, nosotros nos salvamos por una inmerecida misericordia de Dios, por un detalle de amor de su parte, por eso, hagamos un acto de fe y reconozcámoslo como el Hijo de Dios y Salvador de los hombres. Jesús es el ungido que viene a ungirnos con el óleo de la misericordia.

El papa Francisco decía que “Con este milagro Jesús se manifiesta y se manifiesta a nosotros como luz del mundo; y el ciego de nacimiento nos representa a cada uno de nosotros, que hemos sido creados para conocer a Dios, pero a causa del pecado somos como ciegos, necesitamos una luz nueva; todos necesitamos una luz nueva: la de la fe, que Jesús nos ha donado.”

Vivamos este domingo con alegría y que sigamos viviendo esta Santa Cuaresma como un tiempo de gracia y penitencia. Oremos mucho por los que sufren los desastres naturales en nuestro país.

P. Martín


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