TERCER DOMINGO DE CUARESMA - CICLO A
Primera lectura: Éxodo 17, 3-7; Salmo 94, 1-2. 6-7. 8-9 (R.: 8); Segunda lectura: Romanos 5, 1-2. 5-8; Evangelio: Juan 4, 5-42.
Es muy interesante el Evangelio de este domingo. Trata del encuentro con una mujer samaritana. Los samaritanos de la época de Jesús eran el resultado de la mezcla de los israelitas sobrevivientes de la destrucción del reino del norte en el año 722-721 AC con los colonos que los asirios enviaron a repoblar la región. Por lo tanto, no eran muy bien vistos por los compatriotas de Jesús. Resulta curioso que Jesús quiera pasar por terreno samaritano.
Jesús estaba cansado. No olvidemos que es Dios y hombre.
Estar cansado no es más que el reflejo de su extenuante labor. Cerca del pozo
de Jacob se encuentra una mujer. Regularmente las mujeres iban en al pozo en
grupo, a una hora más anticipada. La soledad de esta mujer quizás esté
relacionada con su estilo de vida, que la excluía socialmente de su propia
comunidad. Si es asombroso que un judío pida la hospitalidad de un samaritano, todavía
más sorprendente que un hombre pida hospitalidad de una mujer. No se considera
apropiado que un hombre, especialmente un rabí, inicie una conversación pública
con una mujer – cualquier mujer.
El Evangelio, sin embargo, muestra que Jesús no teme
volverse impuro por hablar con la mujer samaritana; por el contrario, el texto
revela a un Jesús con poder para purificar y restaurar a aquellos y aquellas
que estaban socialmente excluidos y estigmatizados por su estilo de vida.
“Dame de beber”. El papa Francisco dirá que “Aquella sed de Jesús no era tanto sed de
agua, sino de encontrar un alma endurecida. Jesús tenía necesidad de encontrar
a la samaritana para abrirle el corazón: le pide de beber para poner en
evidencia la sed que había en ella misma. La mujer queda tocada por este
encuentro: dirige a Jesús esos interrogantes profundos que todos tenemos
dentro, pero que a menudo ignoramos. También nosotros tenemos muchas preguntas
que hacer, ¡pero no encontramos el valor de dirigirlas a Jesús! La cuaresma,
queridos hermanos y hermanas, es el tiempo oportuno para mirarnos dentro, para
hacer emerger nuestras necesidades espirituales más auténticas, y pedir la
ayuda del Señor en la oración. El ejemplo de la samaritana nos invita a
expresarnos así: «Jesús, dame de esa agua que saciará mi sed eternamente».”
“De este modo, rompiendo toda barrera, comienza un diálogo en el que revela
a aquella mujer el misterio del agua viva, esto es, del Espíritu Santo, don de
Dios. En efecto, a la reacción de sorpresa de la mujer Jesús responde: «Si
conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le
habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva» (v. 10).”
El diálogo, por eso, es revelador para la mujer y para su
pueblo (vv. 28-30). La mujer se convierte en evangelista y misionera en su
propio pueblo y se reintegra a la vida de su comunidad (v. 28), al punto de
olvidar su cántaro con el agua física (v. 28), indicando que después de hablar
con Jesús ha quedado llena con el agua espiritual (vv. 13-15).
El texto evidentemente nos lleva a descubrir que la nueva
comunidad mesiánica tiene carácter supranacional; ya no es más una comunidad
étnica sino que es inclusiva. Las viejas rivalidades y odios entre puros e
impuros cultural, ritual o étnicamente ya no tienen validez. El Mesías está
derribando y anulando en su persona las diferencias.
Termino con otra frase interesante del papa Francisco: “Jesús promete a la Samaritana dar un «agua
viva», superabundante y para siempre, a todos aquellos que le reconozcan como
el Hijo enviado del Padre para salvarnos (cf. Jn 4, 5-26; 3, 17). Jesús vino para
donarnos esta «agua viva» que es el Espíritu Santo, para que nuestra vida sea
guiada por Dios, animada por Dios, nutrida por Dios. Cuando decimos que el
cristiano es un hombre espiritual entendemos precisamente esto: el cristiano es
una persona que piensa y obra según Dios, según el Espíritu Santo. Pero me
pregunto: y nosotros, ¿pensamos según Dios? ¿Actuamos según Dios? ¿O nos
dejamos guiar por otras muchas cosas que no son precisamente Dios? Cada uno de
nosotros debe responder a esto en lo profundo de su corazón.”
Buen domingo en la presencia del Señor.
P. Martín
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