DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Primera lectura: 1Samuel 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23; Salmo 102, 1-2. 3-4. 8 y 10. 12-13 (R.: 8a); Segunda lectura: 1Corintios 15, 45-49; Evangelio: Lucas 6, 27-38.


Las lecturas de este domingo, sin duda alguna, son una cátedra de humanidad. Si hacemos un repaso de ellas, de por sí tendríamos que hacernos una serie de preguntas y cuestionamientos respecto a la interacción con mi prójimo en la vida cotidiana. Es oportuno hacerlo porque vivimos en un mundo donde impera, lo que llama el Papa Francisco, la «cultura del descarte», es decir un modo en donde gana el más poderoso y es descartado aquel que no cumple con las expectativas de aquellos, y me permito decir también, cuando no se cumple los estándares del mundo que impera. Vivimos en un mundo de la «cultura de la muerte», donde podemos ver día a día que el ser humano, para algunos no tiene valor. La vida vale un poco de dinero, un artefacto, o, a veces, nada.

Jesús, en el evangelio, precisamente se dirige a sus discípulos. Y es tan abierta esa expresión que podemos entenderlo como que le habla sus contemporáneos y nos habla a nosotros, a los discípulos de todos los tiempos. Como tales, debemos escuchar las enseñanzas de nuestro maestro. Y empieza diciendo que le escuchemos, no solo que el sonido pase por nuestros oídos y seamos indiferentes al mensaje que nos quiere ofrecer, sino que precisamente quiere que retengamos ese mensaje y lo hagamos vida.

Lo primero que nos enseña es amar al enemigo. En algún momento de la vida vamos a encontrar a un enemigo, ya sea por la envidia, por la antipatía, por las discrepancias, por una riña, por la violencia física y por tantas otras cosas más. Jesús lejos de hablar de la venganza, del odio o el resentimiento, lo que haces hablarnos de algo que él mismo experimentará y nos dará ejemplo: el amor. No es fácil amar a alguien que nos odia, sin embargo, a ejemplo de Cristo y por su gracia podremos amar como Él ama. Lamentablemente, eso se ha perdido en la sociedad y en el mundo. Ante un prójimo que puede resultar adversario mío empieza el maltrato, el descarte, la guerra.

Otra enseñanza que podemos encontrar en el evangelio de este domingo es el trato a los demás. Hoy en día podemos constatar en el trato cotidiano diversos tipos de actitudes que no son más que el reflejo del interior de la persona. Vemos personas heridas, resentidas, con grandes cargas emocionales que no siempre se saben canalizar y decantan en violencia, angustia, depresión y muchas otras situaciones difíciles de controlar. El Señor nos pide tratar a los demás como quisiéramos que nos traten. Algunos necesitarán un poco de atención, otros alguna pequeña alegría, en alguna situación un chiste o una broma que cambie el clima tenso que toca vivir, algo que no puede faltar es la cortesía, la amabilidad, la atención. ¿Cómo quisiéramos que nos traten? Algunos piensan que merecen todo y los demás nada, pero la lógica que nos propone el Señor es que los demás merecen todo y nosotros lo necesario.

Otra enseñanza que se puede sacar es la de no juzgar y no condenar. Lamentablemente somos proclives al juicio y a la condenación y nos olvidamos que solo uno es legislador y juez, como dirá Santiago en su carta. A veces es muy fácil señalar al otro sin conocer las circunstancias o simplemente porque nos dejamos llevar por lo que escuchamos sin comprobar los sucesos. Es muy fácil y ligero hacer un comentario del prójimo. En estas circunstancias, la palabra de Dios nos indica lo importante de ser misericordiosos. Es decir que pasemos por el corazón y seamos empáticos con el prójimo antes de emitir un comentario. ¿Cómo me sentiría si yo me veo señalado por aquello que yo condeno o juzgo del otro?

La recompensa que nos promete el señor es más grande de lo que nosotros podemos pensar. Si seguimos su ejemplo y su enseñanza no estaremos muy lejos de recibir como recompensa el estar con Él en el cielo que, en el fondo, es lo que anhelamos. Este evangelio no es más que una hoja de ruta para identificarnos profundamente con Jesucristo, nuestro maestro, y seamos ese hombre espiritual del que nos habla la segunda lectura.

Buen domingo en la presencia del Señor.

P. Martin

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