DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Primera lectura: Sirácida 27, 4-7; Salmo 91, 2-3. 13-14. 15-16 (R.: cf. 2a); Segunda lectura: 1Corintios 15, 54-58; Evangelio: Lucas 6, 39-45.



¿Pensamos las cosas antes de decirlas? En algún momento de nuestra vida nos hemos dejado llevar por el impulso o la emoción de un momento en el que hemos hablado sin pensar. Hoy la primera lectura nos invita a la reflexión, a pensar las cosas antes de decirlas. Eso no es fácil, sobre todo en el tiempo que nos toca vivir, puesto que ya no se educa la prudencia, al contrario, vivimos la fugacidad de cada momento sin importar las consecuencias que puedan traer después. A la persona se le conoce por lo que dice, por eso «la persona es probada en su conversación».

También es bueno pensar qué decimos. En el Evangelio de hoy se nos habla de no juzgar al prójimo. Algunos con mucha ligereza se permiten juzgar, criticar, ponerse por encima de los demás como si no cometieran errores. Precisamente, el evangelio nos invita a no juzgar a los demás con la conciencia de que nosotros no sabemos si caeremos en algo igual o peor. En ocasiones podemos fijarnos en la conducta y la actuación del otro olvidándonos de que también nosotros seremos juzgados.

Y, con ello, también se nos invita a examinar nuestras obras. El árbol se conoce por su fruto. En la línea de lo dicho anteriormente, pareciera que algunos se sienten impecables, es decir que no tienen errores ni fallas, sin embargo, todos somos conscientes que somos falibles e imperfectos. Obrar bien no es un esfuerzo voluntarista ni mucho menos producto de una coerción externa. Obrar bien es consecuencia de lo que nosotros llevamos en nuestro corazón. Por eso la Palabra nos recuerda que el hombre bueno saca cosas buenas de su corazón y la maldad sale del corazón que lleva cosas malas.

Cuán importante es tener el corazón limpio. No podemos negar que hay muchas cosas negativas que están a nuestro alcance, la maldad «está a la vuelta de la esquina». Debemos pedirle al señor la fortaleza para poder evitar caer, sin vanidad ni soberbia, ante el poder del mal.

Que consoladora resulta la segunda lectura. No todos se quedará en lo corruptible este mundo, todo lo contrario, tenemos la esperanza de que llegue la incorrupción y, con ello, el cambio de todo el mundo y de todos los hombres. No todo se acabará en la emoción y la fugacidad, sino que trascenderá y las cosas cambiarán. «Entréguense siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que su esfuerzo no será en vano en el Señor»

Finalmente, un ciego no puede guiar a otro ciego. Muchos hombres se dejan llevar por líderes en diversos campos de interés, y muchos proponen cosas que, en lugar de beneficiarnos, nos perjudica. Por eso, hay que pensar muy bien a qué personas y qué ideas seguimos. Pensemos en tantas propuestas aparentemente atractivas y beneficiosas que lamentablemente nos han llevado a decepcionarnos. Hoy es una buena oportunidad para pensar en quién deposito mi confianza. Ojalá que todos escuchemos siempre la palabra de Jesús.

Aunque no siempre lo vivamos, siempre estará la intención de hacer la voluntad de Dios. No quisiera que esto aparezca conformismo, sino realidad. Siempre debe haberle ilusión de buscar la felicidad verdadera que solo se encuentra en el Señor.

El mensaje de hoy puede ser: saber hablar, saber actuar, saber ser firme. Obviamente que esto se consigue de la mano del Señor.

Buen domingo en la presencia del Señor.

P. Martín


Comentarios

  1. Muchas gracias por la reflexión de la Palabra del Señor Padre Martín es cuestiónnante q El Señor me ayude poner en práctica su palabra, Amén

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