TERCER DOMINGO DE CUARESMA - CICLO C

Primera lectura: Éxodo 3, 1-8a. 13-15; Salmo 102, 1-2. 3-4. 6-7. 8 y 11 (R.: 8a); Segunda lectura: 1Corintios 10, 1-6. 10-12; Evangelio: Lucas 13, 1-9.


«Si no se convierten, todos perecerán de la misma manera». Estas estremecedoras palabras del Señor nos tienen que llevar a reflexionar si en esta cuaresma estamos poniendo de nuestra parte para cambiar de vida, pensamiento y obras. Este tiempo es esa oportunidad de la que se habla el final del evangelio para poder liberarnos de todas las esclavitudes en la que vivimos inmersos. Como se dice popularmente «El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. Todos necesitamos cambiar algo, mejorar algún aspecto de nuestra vida, no somos perfectos, por ello, debemos darle importancia este tiempo de gracia para dejar que Dios actúe en nuestra vida y nos regale la conversión tan anhelada, la salvación que nos llevará a la vida eterna.

Es importante el recordatorio que nos hace la segunda lectura. Dios nos puede dar la gracia de liberarnos de la esclavitud y, cómo no, beneficiarnos de todo lo que ellos significa. Pero el beneficiarnos de ello está en nuestras manos. Dios de diferentes formas nos viene ayudando a lo largo de nuestra vida, sin embargo, a veces actuamos como aquellos que no agradan a Dios y nuestros cuerpos podrían terminar tendidos en el desierto. Esto no es de poca importancia. Como he dicho anteriormente, lo que buscamos es nuestra salvación, ir al encuentro del Señor en la vida eterna, no obstante, en algunas ocasiones, vivimos contrarios a la voluntad de Dios.

En ese camino de conversión habrán decisiones que hay que tomar y, es posible, que hayan voces que nos van a criticar, porque no están de acuerdo con la acción de Dios en nuestra vida, muchos esperan vernos siempre igual, atascados, tendidos en el desierto, muertos en la mano del exterminador. Por ello, no debemos codiciar el mal, debemos buscar con todas nuestras fuerzas y de todas las las maneras posibles alcanzar la salvación. Como dice la carta a los hebreos: «Ustedes luchan contra el pecado, pero todavía no han tenido que derramar su sangre» (Hb 12, 4).

Este camino de la cuaresma es ese desierto donde tenemos que luchar, es esta oportunidad de vencer nuestras esclavitudes y vencernos a nosotros mismos. Una transformación de ese tipo no es un esfuerzo voluntarista sino un don de Dios. En esa línea, como hemos leído en la primera lectura, Dios de diferentes formas viene a nosotros, como a Moisés, y nos ayuda a poder salir de ese desierto de muerte para entrar en la tierra prometida donde habrá vida en abundancia.

El hombre de todos los tiempos siempre buscará la inmortalidad, ser eterno, está en la naturaleza del hombre ir a más. Eso nos lo regala Dios. Dios se compadece del ser humano y nos ofrece una oportunidad de salir adelante con su gracia, bendecidos por El. Por eso qué importante es el encuentro con Dios, un Dios de libertad, un Dios de misericordia, un Dios de compasión.

Con humildad, decimos en la oración colecta que nos mire con amor cuando reconocemos nuestra pequeñez y que nos levante a los que nos sentimos abatidos y derrotados por nuestra conciencia, por darnos cuenta que estamos muy lejos de lo que él nos pide. Y, con ello, le diremos en la oración sobre las ofrendas que le pedimos perdón por nuestras ofensas y que nos dé la gracia de perdonar las de nuestros hermanos. Todos tenemos algo por lo que pedir perdón.

Vivamos bien este tiempo de Cuaresma que nos va preparando para el misterio pascual de Cristo de su Pasión, Muerte y Resurrección, momento donde Cristo lo da todo por cada uno de nosotros.

Buen domingo en la presencia del Señor.

P. Martín

Comentarios

Entradas populares de este blog

SOBRE EL ADVIENTO

DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B