SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

 Primera lectura: Apocalipsis 7,2-4.9-14; Salmo 23, 1-2.3-4ab.5-6; Segunda lectura: 1 Juan 3, 1-3 ; Evangelio: Mateo 5, 1-12a.



SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

A lo largo del año litúrgico celebramos a algunos hombres y mujeres que han logrado vivir la santidad de un modo ejemplar y heroico. Hoy celebramos, como dice la oración colecta (primera oración) de la misa, los méritos de todos los santos.

El origen de esta fiesta está en el oriente cristiano, que en los primeros siglos celebraban el día de todos los santos mártires. Es hacia el siglo VI que encuentra eco en occidente y se han encontrado textos de la fiesta del natalicio de los santos. En el siglo VIII ya hay una fiesta donde se recuerda a la Virgen, a los apóstoles y a los mártires con ocasión de la fundación de un oratorio, y es el siglo IX donde el papa Gregorio IV presiona al Ludovico Pío para que el 1 de noviembre se celebre la fiesta de todos los santos tal como la conocemos hoy.

La primera lectura nos habla de una gran muchedumbre que está en el cielo. Aparece el enigmático número de los 144 000, pero que, como sabemos, es más que un número simbólico que refleja multitud incontable. Pensemos un momento: cuántas personas han configurado su vida con Cristo, cuántas personas han sido generosas con Dios al punto que se han dejado inundar por él. Esto no es para un grupo privilegiado, todos estamos llamados a la santidad en todos los tiempos. Tú y yo estamos llamados a vivirla y a vivirla bien.

Quiero recordar lo que nos dice el Concilio Vaticano II en su constitución Lumen Gentium 40: “Es, pues, completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de vida más humano incluso en la sociedad terrena”.

Nosotros también, como dice la primera lectura, estamos llamados a vestir esas vestiduras blancas, a lavar nuestros trajes en la sangre del Cordero, a vivir esa inocencia de vida que nos abre las puertas al cielo y a la vida eterna.

Pero eso no se improvisa ni es automático (ojo, presumir la salvación o dar por supuesto que estamos salvados es un pecado contra el Espíritu Santo y dice Jesús que precisamente ese pecado no tiene perdón), ya en la tierra debemos esforzarnos en tener ese encuentro configurador y liberador con Jesucristo

San Josemaría Escrivá, un gran mensajero de la santidad también decía: “Hijos míos, allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo. Es, en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres.”

A veces tenemos un concepto errado de santidad. El papa Francisco nos decía en Gaudete et Exultate 14 “Para ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos. Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra.

En la segunda lectura vemos que nosotros llegamos a ser hijos de Dios gracias a su misericordia y su bondad. Los que viven en el mundo, los que no han conocido a Jesucristo, difícilmente entenderán que precisamente la santidad es el modo de ser y de existir del cristiano. Muchos de nosotros, caemos en la tentación de andar en compadrazgos con el mundo y sus seducciones, pero precisamente, como dice la lectura, viendo a Cristo es como nos hacemos semejantes a Él. No es una simple mirada, es llegar a contemplar, es renunciar a lo legítimo para llegar a esa unión transformativa con Dios.

Esa semejanza con Cristo es lo que nos muestra el evangelio. Muchos han descrito las Bienaventuranzas, hoy en la versión de Mateo, como una síntesis de la vida de Jesús. No me detengo en comentarla dado que el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Gaudete et Exultate en el capítulo tercero la comenta, pero si me permito decir que en ellas encontramos “la hoja de ruta” de la santidad.

Que tengamos un feliz día de todos los santos y que sea un motivo más para anhelar vivir la santidad como hijos de Dios.

P. Martín

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