2 DE NOVIEMBRE: CONMEMORACIÓN DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS
LA CERTEZA DEL FINAL
Hoy conmemoramos a todos los fieles difuntos, es decir,
recordamos a todos aquellos que han pasado por la muerte y confiamos a la
misericordia de Dios para que se le perdonen sus pecados y “Lleguen a la
mansión de la luz y de la paz” (Oración post comunión, formulario 1).
Si bien es cierto que desde el
comienzo de la Iglesia siempre se ha tenido presente a los difuntos en la
plegaria, como celebración litúrgica es posterior. En el siglo VII era
celebrada el lunes después de pentecostés. Hacia el siglo X se le puede
atribuir a san Odilón, abad de Cluny, el recuerdo de todos los fieles difuntos
con un enfoque en los que están en el purgatorio. Desde allí se extiende a por
todo occidente.
Un primer detalle que quisiera
comentar es que la muerte es una verdad en
la que hemos de creer pero que no es un acontecimiento definitivo. El mundo
actual nos la presenta impregnada de materialismo, de límite, intrascendente. La
muerte va más allá, es participar de la muerte de Cristo. La muerte no extingue la existencia, no la
diluye, ni mucho menos integra la personalidad en otra entidad. El catecismo
997 dice: “En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre
cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera
de reunirse con su cuerpo glorificado”. Y el prefacio 1 de difuntos dice “Porque
la vida de tus fieles, Señor, no termina, se transforma, y, al deshacerse
nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo”
La muerte recobra sentido cuando
le dejamos espacio a la virtud de la
esperanza que anhela la vida eterna y estar en el Reino de los cielos. Justamente
por esta virtud y por la participación en el misterio pascual de Cristo es que
sabemos también que todos resucitaremos
en el día final, cuando Jesucristo vuelva por segunda vez: “creo en la
resurrección de la carne y en la vida eterna”, donde la muerte será vencida
definitivamente. La oración colecta del formulario 1 habla de ello: le pedimos
a Dios que afiance nuestra esperanza en la futura resurrección.
Otra realidad en la que debemos
reflexionar en este día es en el
purgatorio. Luego de la muerte, es muy probable que haya pecados personales
o imperfecciones que haya que purificar, es por eso que la revelación bíblica y
el testimonio de los santos nos hacen pensar que hay una purificación de aquello
que no puede entrar en el cielo. Precisamente por esta razón es que los hombres
aquí en la tierra ofrecemos sufragios y oraciones: “te pedimos que acojas con
bondad a tus siervos difuntos para que… merezcan alcanzar los gozos de la
eterna bienaventuranza” (Oración colecta, formulario 2).
Hoy oramos por todos los que han
muerto y que en este día morirán, para que Dios tenga misericordia de ellos, “que
limpies en la sangre de Cristo los pecados de tus siervos difuntos” (Oración
sobre las ofrendas, formulario 2) y “dales también la plenitud de los gozos
eternos” (Oración post comunión, formulario 3). La muerte vista desde la
resurrección resulta esperanzadora.
No desaprovechemos las gracias grandes que otorga Dios a través
de la Iglesia en este día con las indulgencias plenarias, que este año con ocasión de la pandemia, se otorgan durante todo el mes de noviembre.
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