LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
Primera lectura: Isaías 60, 1-6; Salmo 71, 2.7-8.12-13; Segunda lectura: Efesios 3, 2-3a. 5-6; Evangelio: Mateo 2, 1-12.
LA MANIFESTACIÓN DE LO ALTO
Hoy
celebramos la solemnidad de la Epifanía
del Señor. Epifanía significa manifestación de lo alto. Es el momento en que
el Dios hecho Hombre se manifiesta a todos los hombres, de todas las razas y
todos los lugares representados en los magos de Oriente.
La primera lectura, tomada del libro de Isaías, precisamente nos hace
entender esa universalidad de la
manifestación de Dios. Refiere que “vienen
todos” desde países extranjeros trayendo ofrendas que representan dones
destinados, en esa época, a la divinidad. Otro detalle que encontramos en la
primera lectura, que es sumamente valioso y que debemos meditar, es el de la alegría que trae el encuentro con Dios.
Cuando la luz del Señor viene a nosotros, nos llenamos de alegría. Muchas veces
cuando estamos alejados de Dios nuestra vida es triste, es lenta, es apagada;
en cambio cuando la humanidad, y cada
hombre en particular, va sintiendo esa luz de Dios en su vida se va llenando de
alegría, “te pondrás radiante” y nos adornará de multitud de dones para
nosotros.
La segunda lectura nos habla también de ese deseo de Dios de darse a conocer. Dios no es un Dios intimista,
un Dios que se repliega en sí mismo y se place en ello. Al contrario, Dios quiere que el hombre tenga un
conocimiento personal de Él. Cuando dice “han oído hablar” el apóstol está
hablando de la predicación. La expresión “la distribución de la gracia de Dios”
se refiere a la realización histórica del plan de salvación de Dios. “La
gracia” indica el mismo hecho de hacernos partícipes de esa salvación como don
de Dios. Por lo tanto, la economía de la
gracia es esa dispensación de la gracia misma en favor de todos los hombres.
En este caso podemos identificar la gracia con esa participación en la vida
divina de la que tantas veces habla San Pablo.
Otro
detalle que nuevamente resalta la
universalidad: es el que la salvación llega primero los judíos pero también
incluye a los gentiles, cuando dice “también los otros pueblos comparten la
misma herencia”. Esta es la verdadera y autentica inclusión.
En el evangelio estamos en la escena de la adoración de los magos. Algunos lo niegan, lo consideran un
mito, o piensa en la confluencia de algunos eventos aislados.
Independientemente de eso, detrás de
este pasaje, vemos una vez más cómo Dios
se quiere manifestar a todos los hombres; lo que se entiende como la
vocación de los gentiles representado en los magos de Oriente.
Quisiera
aprovechar para mostrar algunos detalles respecto a este Evangelio. Cuando
hablamos de “los magos” nos
referimos a una casta sacerdotal dedicada a la astronomía o a la medicina.
Respecto al número de magos no lo
sabemos con exactitud pero se deduce que son tres por los regalos qué ofrecen
al niño Jesús. De sus nombres no
sabemos mucho. Los nombres de Melchor Gaspar y Baltasar aparecen por primera
vez en el siglo octavo en los escritos de San Beda. El evangelista no dice que sean Reyes. Esto aparece así el siglo VI
en los escritos de san Cesáreo de Arlés basado en lo dicho en el salmo 71, 10.
Sobre su origen geográfico tampoco
lo sabemos, parece por las representaciones pictóricas antiguas que vendrían de
Arabia. ¿Por qué van a buscar al rey
recién nacido de los judíos? Porque era algo normal. Estaba de por medio la
expectativa mesiánica en donde esperaban más temprano o más tarde el nacimiento
del mesías Salvador en la ciudad de David. Respecto a la estrella se piensan en dos posibles respuestas: una, que hemos
podido ver en estos días, es la conjunción de Saturno Júpiter y Marte (La
infancia de Jesús, p. 105). Otros hablan de un meteorito luminoso. El Papa
Benedicto XVI, hablando sobre este acontecimiento, dice que “No es la estrella
la que determina el destino del Niño, sino el Niño quién guía a la estrella”
(la infancia de Jesús p. 107). Finalmente sobre los regalos, nadie visitaba a un rey con las manos vacías, por eso
los magos van llevando algunos regalos al rey. Hemos oído en la primera lectura
la profecía de dos regalos la del oro y la del incienso. El oro representaba la realeza, el incienso representaba la divinidad, y la mirra significaba tanto la humanidad como la inmortalidad. No
olvidemos que para la cultura Oriental la mirra servía para embalsamar los
cadáveres y preservarlos los preservar los cuerpos lo más posible. Por tanto la
presencia de la mirra anuncia de un modo misterioso el paso de la muerte en
cruz y la resurrección.
Concluyo
esta reflexión invitándote a pensar cómo toda la creación nos remite a Dios.
Muchos niegan su existencia ya sea porque compromete, porque no es evidente, porque
no queremos hacer el esfuerzo intelectual de buscar su presencia en medio de
nosotros. Sin embargo, ese deseo religioso que posee el ser humano en su
naturaleza hace que, de una u otra manera, busquemos a Dios. Y si hay un
verdadero deseo de encontrarlo seguramente se dejará encontrar como el Niño se
dejó encontrar por los magos de Oriente. Que el mundo pagano se encuentre con
el Dios Salvador es la gran bendición que ha podido llegar a toda la humanidad
para encontrar su salvación.
Feliz
Epifanía del Señor y que nos dejemos guiar por su estrella.
P. Martín
Que podamos limpiar nuestro corazón y nuestros ojos para descubrir la Estrella del Niño Dios
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