TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CIBLO B

Primera lectura: Jonás 3, 1-5.10; Salmo 24, 4bc-5ab. 6-7bc. 8-9; Segunda lectura: 1 Corintios 7, 29 - 31; Evangelio: Marcos 1, 14 - 20.

ACOGER LA PALABRA DE DIOS

Las lecturas de este domingo parecen escogidas para las circunstancias que estamos viviendo. Pareciera que la pandemia nos arrasa y hoy (como siempre) nos debe urgir la conversión.

Nadie sabe ni el día ni la hora en que Jesús vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos,  pero lo que sí sabemos es que cada segundo que pasa es un segundo en el que se puede ganar la salvación o se puede alcanzar la condenación. Por eso, es urgentísimo poner todos los medios para poder alcanzar esa conversión que nos lleva al encuentro con Dios en la vida eterna.

En la primera lectura vemos la escena de la conversión de Nínive. Esta ciudad era inmensa, frívola, pagana y perdida. Hoy podemos decir que el mundo entero es como Nínive. Antes de la pandemia el mundo se sentía muy seguro de sí mismo, pensaba que tenía todo bajo control, pensaba en un dominio del hombre y de la naturaleza. Desgraciadamente nos hemos dado cuenta cuán frágiles somos. Nos damos cuenta cuán veloz puede ser un mal que puede acabar con la vida de alguno.

Veamos, por otro lado, todo el “poder” que está alrededor de esta pandemia que lo único que hace es beneficiar a un grupo de personas olvidándose de una necesidad que no desconoce raza, pueblo, lengua o condición social. 

Por eso el tiempo se acaba, estamos en esos 40 días en que esta plaga puede arrasar con todo lo que quiere. ¿Qué podemos hacer en este momento? Convertirnos, dejar nuestra mala vida, romper con las ataduras del pecado, dejar que la gracia de Dios actúe en nuestro corazón y nos alcance la salvación.

En la segunda lectura vemos que la existencia el hombre está marcado por la parusía. Nos damos cuenta de ello cuando San Pablo nos habla de que la presentación/apariencia este mundo se termina. ¿Cuándo se acabará el mundo? Cuando venga Jesucristo por segunda vez a juzgar a los vivos y a los muertos. 

Como dice la lectura el momento es apremiante y sugiere vivir en virginidad. No la propone en un sentido negativo. La virginidad nos enfoca en Dios y nos hace desapegarnos a las cosas de este mundo. Ya sabemos que el hombre tiene tres enemigos: el mundo, la carne y el diablo. Por eso el mundo se va a terminar porque no es nuestro aliado, porque en este mundo encontramos atadura, encontramos pecado. Lo que Dios quiere de nosotros es que caminemos mirando hacia la eternidad sin distracciones y sin apegos.

En el Evangelio encontramos dos momentos. En el primero encontramos a Jesús proclamando que la conversión y que creamos en el evangelio. La conversión no es un logró exclusivamente humano, es esa fuerza que viene de Dios que ilumina nuestra existencia y nos va mostrando lo que nos acerca a la voluntad de Dios. La conversión, por lo tanto, implicará cambios, derrumbar mi orgullo para dejar que Cristo, que está en mí, se muestre. 

Si bien es cierto que los primeros cristianos consideraban inminencia la segunda venida de Cristo, nosotros no debemos confiarnos del retraso, al contrario debemos considerarlo, como diría San Pablo, como esa ocasión de ver la misericordia de Dios que está esperando que todos cambiamos. Dios no quiere para nosotros la condenación, Dios quiere para nosotros la vida eterna y hacernos partícipes de lo que Él ya posee por naturaleza. 

Por otro lado, vemos ese llamamiento de los primeros discípulos. Uno sólo puede seguir a Jesús en la medida que escucha su voz y ese seguimiento nos compromete a dejar nuestros proyectos, nuestros anhelos, nuestras necesidades, nuestras comodidades, nuestro bienestar y tantas cosas que son valiosas para poderle seguir en libertad. 

Uno puede seguir a Jesús en la medida que haya cambiado de vida. Ya lo dice en las bienaventuranzas: “Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”. Sólo los limpios de corazón y de mente pueden escuchar esa voz de Jesús y lo pueden seguir con radicalidad y con fidelidad.

¿Cuántas veces hemos escuchado esa voz que nos llama y también cuántas veces le hemos rechazado o ignorado? A veces en situaciones críticas recién nos damos cuenta de lo que Jesús ha ido diciéndonos. De repente, a través de alguien así como Jonás se lo decía ninivitas, o cuántas veces hemos recibido una advertencia como la de San Pablo a los Corintios, cuántas veces hemos escuchado una llamada explícita de él a través de otra persona y que la hemos desatendido por poner en primer lugar nuestros proyectos. Hoy Jesús espera de nosotros que cambiemos, sobre todo, porque él quiere que gocemos de la eternidad con él y estemos totalmente disponible para pasar de este mundo que se termina a esa vida maravillosa que él tiene pensado para cada uno de nosotros.

Hoy es el domingo de la Palabra de Dios es una buena oportunidad para escuchar su Palabra, escuchar su voz, asimilar de nuestro interior y hacer de nuestra vida un testimonio del seguimiento radical a Jesucristo.

¡Buen domingo de la Palabra de Dios!

P. Martín


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