MIÉRCOLES DE CENIZAS - CICLO B

Primera lectura: Joel 2, 12 - 18; Salmo 50, 3-4. 5-6a. 12-13. 14. 17; 2 Corintios 5, 20 - 6, 2; Evangelio: Mateo 6, 1-6. 16- 18.


MIÉRCOLES DE CENIZAS

En la primera lectura del profeta Joel vemos de parte de Dios una llamada a la conversión y al cambio de vida. Precisamente el tiempo de cuaresma es un tiempo para ayunar, para convertirse, para orar.

Debería resonar en nuestro corazón la frase que dice "Conviértanse al Señor su Dios porque es compasivo y misericordioso". Muchas veces nosotros sabiendo de esa misericordia y paciencia de Dios abusamos de ella y nos permitimos llevar una vida distinta de la que Él nos propone: camino de santidad que espera de nosotros. 

Por tanto este tiempo de cuaresma nos tiene que motivar a sentirnos urgidos a cambiar nuestra mente, nuestros pensamientos, palabras y obras, de tal manera que todo esté orientado hacia Dios. En la lectura se dice rasguen los corazones, es decir, no quedarnos en la superficialidad de la vida sino ir a lo profundo de ella y desde allí generar esa corrección necesaria para vivir según la voluntad de Dios.

Precisamente en la segunda lectura dice que "no hay que echar en saco roto la gracia de Dios". Es un buen momento para reconocer cuántas veces en nuestra vida, en nuestras circunstancias y en nuestra realidad cotidiana la gracia de Dios viene a nosotros pero nosotros no la recibimos y se vuelve a cumplir lo que advierte San Juan en el prólogo de su Evangelio: vino a los suyos y los suyos no le recibieron. 

Hoy es tiempo de Gracia, es el día de salvación, ahora es la oportunidad que Dios nos da para poder alcanzar esa gracia que, aunque materialmente no es perceptible, espiritualmente es lo más grande que alguien nos puede dar. Si fuéramos conscientes de la grandeza e infinitud de la gracia haríamos todo lo posible para conservarla, para que se quede en nuestro interior, para que sea lo que motiva a nuestra alma para seguir obrando según Dios. 

Para que la gracia actúe en nuestra vida es necesario que en nosotros haya una actitud de combate interior, que en esta cuaresma queda claro que se tiene que hacer mediante la oración, el ayuno y la limosna. Una oración humilde, un diálogo con Dios, una escucha prolongada de su palabra, un ayuno que no me lleva en sí misma ni a ser egoísta sino saber compartir con el prójimo y una limosna que no necesariamente es el dar dinero sin sentido sino compartir con el que pasa necesidad. 

Precisamente el evangelio nos habla de esas tres actitudes: en primer lugar nos habla de no practicar la justicia delante de los hombres para ser vistos y esto nos viene bien escucharlo en una época en donde parece que la solidaridad está de la mano con la apariencia. Uno ayuda, aporta, da, en la medida que sea visto por el otro y la justicia y nuestros actos para con los demás deberían ser vistos más que por Dios. Nos habla de la limosna, nos habla de la oración y nos habla del ayuno. Podría ser que alguna estás prácticas alguno las consideren un tanto anticuada pero no es así, son prácticas permanentes desde el primer momento de la iglesia que a lo largo de los siglos han ayudado a poder alcanzar la meta de la santidad que en este tiempo se nos va proponiendo.

Que este día no sea sólo para sentir la nostalgia de recibir la ceniza, si no sea también para renovar un profundo espíritu de penitencia que vaya matando al hombre viejo empecatado y vaya haciendo surgir al hombre nuevo que nacerá en la noche de la Pascua.

Buen inicio de cuaresma.

P. Martín

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