SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA - CICLO B

Primera lectura: Génesis 22, 1- 2. 9a. 15- 18; Salmo 115, 10. 15. 6- 17, 18 - 19; Segunda lectura: Romanos 8, 31b - 34; Evangelio: Marcos 9, 1- 9.

DOMINGO DE LA TRANSFIGURACIÓN


Este domingo de cuaresma tradicionalmente nos pone delante la escena de la transfiguración de Jesús. ¿Qué sentido tiene hacerlo? Creo que podría haber tres razones: 1) Estamos subiendo con Jesús a Jerusalén e irnos acercando al misterio de la Cruz como que puede irnos desanimándonos. Entonces, el ir contemplar este momento nos levanta los ánimos. 2) Nos recuerda la meta hacia donde caminamos: Jesucristo no se queda en la muerte, resucita. Eso es lo que le falta al mundo que ha perdido trascendencia: recordar el triunfo. La meta es la resurrección. 3) Para que nuestro sacrificios, renuncias y mortificaciones cuaresmales sientan nuevos impulsos. Los que se toman en serio la cuaresma podrían ir decayendo en sus fuerzas humanas y espirituales, por ello contemplar a Jesús transfigurado nos da impulso, fuerza y motivación.

Veamos algunos aspectos de las lecturas de este domingo.

En la primera lectura se nos presenta la escena del sacrificio de Isaac, hijo de Abraham. Un detalle resaltante es la Obediencia y fidelidad de Abraham. Abraham no pone “peros” ni se complica la vida. Solo obedece. En nosotros podría haber, todavía, un déficit de obediencia por que no nos confiamos en la voluntad de Dios y nos cuesta aceptar sus planes. Un segundo detalle que quisiera resaltar es la libertad de Abraham. Él ofrece a su hijo Isaac libremente. Nosotros, muchas veces, nos aferramos a personas, cosas, bienes, propiedades, etc. y no somos libres para darle todo lo que tenemos al Señor. Esta libertad es el “tipo”, “figura” de la liberalidad del Padre de entregarnos a su único Hijo. En este tiempo de cuaresma tenemos que convertir nuestra libertad que a veces se confunde con “hacer lo que yo quiero”. La libertad verdadera tiene que pretender el bien y la voluntad de Dios. Un tercer detalle es la consecuencia de la acción de Abraham: Aparece la victima necesaria y la bendición. No fue fácil para Abraham obedecer libremente, por eso su recompensa es encontrar el animalito para el sacrificio y el regalo de la bendición de Dios a todos los suyos.

¿Estaríamos dispuestos a sacrificar como Abraham a lo que más queremos?

La segunda lectura nos pone delante de Jesús, verdadero Isaac. La lectura nos dice que el Padre no ha perdonado nada a su Hijo y lo entregó a la muerte por la salvación de todos los hombres. Dios Padre nos lo ha dado todo en su Hijo: la salvación. Muchas veces la damos por supuesta y segura, pero nos olvidamos del gran sacrificio que el Padre ha hecho por nosotros entregando a Jesús. Otro aspecto que puede pasar desapercibido es que Dios está siempre con nosotros. Dios en Jesús nos asegura su permanente su protección, cuidado y atención. Dios está siempre a nuestro lado y nos proporciona lo más necesario para nuestro cotidiano vivir. Y finalmente nos muestra a Jesús como juez misericordioso.

Sobre el evangelio de la Transfiguración quisiera compartirles tres pensamientos del papa Francisco que pueden ayudarnos a penetrar en la escena. 1) “Jesús transfigurado sobre el monte Tabor quiso mostrar a sus discípulos su gloria no para evitarles pasar a través de la cruz, sino para indicar a dónde lleva la cruz.”1 2) La “luminosidad” que caracteriza este evento extraordinario simboliza el objetivo: iluminar las mentes y los corazones de los discípulos para que puedan comprender claramente quién es su Maestro.2 3) “la Transfiguración de Cristo nos muestra la prospectiva cristiana del sufrimiento. No es un sadomasoquismo el sufrimiento: es un pasaje necesario pero transitorio.”3

La liturgia nos regala estar hoy ante la escena de Jesús transfigurado, que no desaprovechemos la luz de su gloria.

Que tengan un buen domingo y a seguirse cuidando.

P. Martín

1 Angelus del 12 de marzo de 2017

2 Angelus del 12 de marzo de 2017

3 Angelus del 17 de marzo de 2019

Comentarios

  1. Las lecturas de esta semana nos hace que debemos aceptar la voluntad de Dios en todas las circunstancias para después recibir la Divina Gracia que nos hace ser mejores

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