SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B

Primera lectura: 13, 1-2. 44-46 Salmo 31, 1-2. 5. 11; Segunda lectura: 1Corintios 10, 31 - 11, 1; Evangelio: Marcos 1, 40 - 45.

LA LEPRA Y LA PUREZA



Estamos en el último domingo de esta primera parte del tiempo ordinario. El próximo miércoles iniciaremos el tiempo de cuaresma.

Las lecturas de hoy nos muestran el tema de la lepra y la pureza.

En la primera lectura vemos que el pueblo de Israel tiene una especial y singular preocupación por cuidar la pureza ritual. Para entender esto tenemos que entrar en la mentalidad del pueblo judío que era una sociedad teocrática y que obedecía muchos de los dictados que Dios había revelado para la convivencia en sociedad. 

Es por eso que, en algunos libros del Pentateuco, encontramos algunas prescripciones de Dios respecto a algunos ciudadanos que podrían tener algunas afecciones cutáneas y da las indicaciones para evitar que ellos propaguen esa infección. En concreto la lepra no es sólo un tema de salud sino también sería la evidencia del haber cometido un pecado grave. De ahí que, no sólo se tiene que realizar un procedimiento médico para curar la infección sino también un proceso ritual, es decir, buscar al sacerdote para que certifique que está infectado o que sea sanado. 

Haciendo un paréntesis para entender la mentalidad del pueblo judío, ellos dan mucho cuidado a la pureza pero el tema va más allá de la lepra. Por ejemplo, evitaban participar en ciertas reuniones, evitaban el contacto con la sangre, evitaban el contacto con animales denominados impuros y algunas otras restricciones que los contaminaban no sólo exteriormente sino también interiormente.

La pureza es un signo escatológico, es decir que refleja la pureza que tienen aquellos que habitan con Dios, los que están en el cielo. Por mucho tiempo esta pureza escatológica se convirtió en un capricho porque se obsesionaban con la purificación exterior de las personas, de objetos y de algunas realidades en las que se convivía diariamente. Por otro lado la lepra es signo del pecado. Vemos a lo largo de la historia de la salvación que la lepra precisamente es el distintivo de aquellos que lo han participado directamente de un pecado o sufren las consecuencias sociales de alguien que había pecado. Se podría considerar como un castigo. Pero podemos ver que para Jesús, en el Nuevo testamento, la curación de la lepra es un signo es salvación, es una señal de la llegada de los tiempos mesiánicos y que el reino de Dios está en medio de nosotros. 

Desde aquí una reflexión: ¿Cuántos de nosotros estamos leprosos? De repente no tenemos la lepra como infección cutánea pero sí tenemos la lepra de algún pecado de algún vicio de algún defecto de alguna manía que no nos permite vivir la pureza que Dios espera de nosotros.

En la segunda lectura, si bien no dice expresamente lo que no hay que hacer para no caer en la lepra, hay que vivir haciendo todo para la gloria de Dios, contentando, como dice San Pablo, en todo a todos, no buscando nuestro propio bien sino el de los demás, para que los demás se salven. Desgraciadamente, en el mundo en el que vivimos muchas de las cosas que se hacen han dejado de ser para la gloria de Dios y más bien buscan, lo que dice San Pablo, nuestra gloria, nuestro orgullo, nuestro placer, nuestro egoísmo, nuestro capricho, cosas que van contra la voluntad de Dios. Precisamente, si hago todo aquello que le da Gloria a Dios, Dios compartirá su gloria con nosotros.

En el evangelio vemos algunos gestos de Jesús que los podemos aplicar al mal físico o al mal moral: 1) Jesús siente compasión del leproso. Jesús no quiere el mal de la persona ni el físico ni el moral, por eso mira con compasión y misericordia al que sufren la lepra. 2) Jesús está disponible para curar donde encuentra el deseo de dejarle obrar. Seguramente Jesús se de haber encontrado con muchos leprosos, pero no todos los leprosos le han abierto su corazón porque les gusta vivir en su lepra. Por eso Jesús actúa donde le dejan actuar, donde encuentra fe, donde encuentra conversión. 3) Manda cumplir con la prescripción ritual. Indica al curado que ofrezca la purificación como lo mandó Moisés. Esto también nos da ejemplo porque deberíamos no solamente recurrir a la curación material sino también a esa curación profunda espiritual. La curación del cuerpo y del alma es obra de Dios . 4) Finalmente Jesús llega a todos los hombres. Si bien es cierto, el evangelio nos puede indicar cómo que hay cierta incomodidad, en el fondo Jesús se siente feliz de servir a todos los hombres precisamente en esta tarea de purificar la lepra que, como ya indicado, no sólo refiere a la del cuerpo sino a la del alma. Jesús viene como Salvador del mundo.

En este domingo previo la cuaresma es oportuno que le pidamos al Señor el don de la purificación de todas nuestras lepras, de todos nuestros pecados, vicios y manías que nos impiden cumplir con radicalidad su palabra y hacer todo para su mayor gloria.

¡Buen domingo y a seguirse cuidando!

P. Martín

 

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