UNDECIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B

Primera lectura: Ezequiel 17, 22- 24; Salmo 91, 2 -3. 13- 14. 15 - 16; Segunda lectura: 2Corintios 5, 6 - 10; Evangelio: Marcos 4, 26 - 34

EL REINO DEL AMOR



Hoy podemos ver la imagen del Reino de Dios en las lecturas de este domingo.

Para tener claro a qué se refiere Jesús con “el Reino” vamos a recurrir a las enseñanzas del papa Benedicto XVI en su clásico libro “Jesús de Nazaret”: “En la interpretación que los Santos Padres hacen de esta palabra clave podemos observar tres dimensiones...En primer lugar la dimensión cristológica. Orígenes ha descrito a Jesús —a partir de la lectura de sus palabras— como autobasileía, es decir, como el reino en persona…Una segunda línea interpretativa del significado del «Reino de Dios», que podríamos definir como «idealista» o también mística, considera que el Reino de Dios se encuentra esencialmente en el interior del hombre…La tercera dimensión en la interpretación del Reino de Dios podríamos denominarla eclesiástica: en ella el Reino de Dios y la Iglesia se relacionan entre sí de diversas maneras y estableciendo entre ellos una mayor o menor identificación.”

A partir de estas ideas podemos descubrir en las lecturas de hoy estas interpretaciones de Reino. En primer lugar, tanto en la primera lectura como en el Evangelio vemos que el Reino es como ese árbol frondoso que acoge a todos los que vienen a refugiarse en él. Ese árbol tiene como tronco a Cristo.

En concreto, en la primera lectura, notamos cómo Dios mismo arrancará una rama para plantar un cedro vigoroso. Ese cedro noble del que habla el profeta es Cristo y lo pondrá en lo alto de un monte. Ese cedro instaurará un nuevo reino donde todo es distinto. Para entender esto, hay que leer todo el capitulo 17 y ver cómo Dios quiere instaurar un nuevo pueblo desde ese nuevo tronco. En ese tronco se refugiarán muchos y volverán a la vida.

También en el evangelio vemos esa imagen de la vegetación: nos pone la imagen de la semilla y del grano de mostaza. Igual que el profeta, utiliza esta imagen para referirse al nuevo pueblo que quiere constituir. En el evangelio vemos algunas características: 1) La semilla va creciendo sola. No es forzada a dar algo según mis tiempos y mis cálculos, sino que se va dando. 2) La tierra va dando cosecha. Esta semilla va dando frutos abundantes para todos los que tienen contacto con la planta. 3) Llegará la hora de la siega, es decir, que seremos purificados. Nada impuro puede estar delante de Dios. Por eso, en la hora de la siega será separado lo que no coincide con la voluntad del segador. Coincidentemente, al final de la segunda lectura se nos habla de comparecer ante el tribunal de Cristo.

Además, habla de la semilla del grano de mostaza. Es una semilla pequeña, casi parecido al polvillo, pero produce plantas muy grandes. Ese reino es como el árbol de mostaza, acogedor, humilde, casi podemos decir que es maternal. Esa es la Iglesia de Cristo. La Iglesia es esa semilla que donde se implanta va creciendo y va dando fruto

Finalmente, pensemos hoy en cómo es mi relación con la Iglesia y cómo la percibo. Es una institución gris, apagada y tenue o es una familia, como una madre y sus hijos que saben encontrar refugio en ella.

Hay también una imagen, en la segunda lectura, que nos tiene que conmover y llamar a la conversión: el comparecer ante el tribunal de Cristo. Dios, a través de su Palabra, nos dice con mucha claridad que la vida del cristiano tiene que ser una vida de amor a Él y al prójimo. A esto estamos llamados: a amar. Por eso, nuestro juicio será un juicio sobre el amor. El camino del cristiano se basa en eso: hacer un árbol grande y frondoso lleno de amor. El cristiano, el discípulo, el amigo de Jesús tiene que provocar un reino de amor, o como diría San Pablo VI la “civilización del amor”.

En este día podemos pensar en la Iglesia como en una gran familia amorosa.

Buen domingo, sigamos con los cuidados y recemos mucho por la patria.

P. Martín.

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