DECIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B

Primera lectura: Ezequiel 2, 2 - 5; Salmo 122, 1 - 2a. 2 bcd. 3 - 4; Segunda lectura: 2 Corintios 12, 7- 10; Evangelio: Marcos 6, 1 -6.


En la primera lectura podemos ver cómo Dios llama en medio de la rebeldía, sigue suscitando mensajeros para que anuncien el mensaje de liberación del poder del mal, de acogida de su mensaje y de misericordia. Hay una condición: depende de cada uno de nosotros que acojamos su mensaje. A veces nos puede ganar la incredulidad, la rebeldía, la testarudez o la obstinación. Nos cerramos en nuestras ideas y no acogemos el mensaje redentor que a través de enviados Dios nos sigue manifestando. Los que tenemos la misión de anunciar su mensaje podemos sentirnos en las mismas circunstancias de Ezequiel: predicando a una generación rebelde. Nuestra fe, nuestro testimonio y nuestra caridad serán el mejor testimonio.

En el evangelio vemos que los contemporáneos de Jesús son incrédulos porque lo veían "muy normal". También corremos ese peligro: subestimar al mensajero. Nos podemos fijar en sus defectos, limitaciones, carácter, etcétera. Eso es incredulidad. Pero hay algo importante: los signos y la sabiduría que acompaña el testimonio de Jesús y el de sus enviados. Esto mismo nos puede suceder a nosotros que "estereotipamos" al mensajero y queremos que reúna las condiciones que nosotros queremos y no acogemos el mensaje. Para esto necesitamos una mirada de fe en los instrumentos que Dios usa para llegar a nosotros.

Un detalle que no quiero dejar pasar es la alusión a los "hermanos" de Jesús. Nosotros creemos que la Virgen María es Virgen antes, durante y después del parto. Ello significa que no tuvo más hijos que Jesús, su único hijo. Hablar de los "hermanos" de Jesús refiere a una limitación lingüística en la que para el modo de escribir de la época no habría un término para designar a los parientes cercanos y lo generalizan hablando de sus hermanos. Estos casos proliferan en el antiguo testamento. Pero no olvidemos que su madre y sus hermanos son los que hacen la voluntad de Dios.

Finalmente, en la segunda lectura escuchamos uno de los capítulos más sinceros de Pablo. Tiene un aguijón de muerte, una espina en la carne. Posiblemente Dios lo haya permitido para que Pablo no se llene de soberbia, como a muchos de nosotros que tenemos nuestros defectos y pecados, nos caemos y nos levantamos motivados por la misericordia de Dios. Aquí escuchamos de Pablo una palabra que Dios nos dirige también a nosotros: "Te basta mi gracia". La gracia de Dios es la que mueve y vivifica al creyente, el pecado mata, nos tiene como muertos en vida. Es en nuestra debilidad cuando viene la gracia y nos fortalece. Esto no significa que debemos abusar de la voluntad de Dios, sino que cuando más experimentamos la debilidad debemos buscarlo más a El.

Queridos amigos, hoy la palabra nos llama a ser humildes, a acoger el mensaje de salvación y ser testigos del amor y la misericordia.

Buen domingo, sigamos con los cuidados y Dios los bendiga mucho

P. Martín



 

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