DOMINGO VIGÉSIMO TERCERO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B

Primera lectura: Isaías 35, 4 - 7a; Salmo 145, 7. 8 -9. 9bc - 10; Segunda lectura: Santiago 2, 1 - 5; Evangelio: Marcos 7, 31 - 37.



La sordera es una enfermedad por la cual se pierde el sentido de la audición, no se puede oír ni escuchar. A lo largo de la Biblia encontraremos diversos tipos de referencias respecto a la sordera. En el Evangelio de hoy vemos a un sordo que apenas podía hablar. Si partimos de la premisa que toda enfermedad proviene de un pecado, sobre todo la lepra y la sordera, hablamos de una posesión. Hay un espíritu malo que atormenta al sordo o al leproso, o es consecuencia de un castigo por el pecado cometido o que hayan cometido generaciones anteriores. 
Si vamos al sentido espiritual de la sordera, podemos decir que muchas veces el pecado nos hace sordos y no nos deja escuchar la voz de Dios y su palabra. Los enemigos del hombre nos ensordecen y no nos permiten escuchar el mensaje de salvación de Dios. Muchas veces viene el maligno con "cantos de sirena" a pretender hacernos escuchar "otro mensaje" para ir por caminos equivocados, y así vamos dejándonos engañar por el poder del mal. ¿Por qué cayó Eva y Adán? Por escuchar la seductora voz de la serpiente. Pensemos un momento qué música escuchamos, qué palabras decimos, qué información recibimos, qué bromas hacemos. ¿Corresponden a la voluntad de Dios? El pecado nos ensordece y apenas nos deja hablar.

Podemos pensar en quienes presentaron al sordomudo. Cuántas personas se han presentado en nuestra vida dispuestos y como instrumentos para que escuchemos la palabra liberadora de Jesús. Cuántas personas han dedicado tiempo, energías, e incluso bienes para que nosotros escuchemos el mensaje de Jesús. Cuántos han aparecido en nuestra vida como los que presentaron a este hombre que no podía escuchar y apenas podía hablar. Ellos, los que presentaron a este personaje, le pidieron a Jesús. También pensemos en tantas personas que oran por nosotros pidiéndole a Jesús que toque nuestras vidas con su palabra salvadora y que no hará escuchar y hablar según su voluntad. Y finalmente, pensemos en la fe de estas personas. Si no creyeran, difícilmente lo presentarían a Jesús y Él no se prestaría para hacer un espectáculo. Una condición "sine qua non" para que Jesús obre milagros es que crean en su poder salvador.

Luego Jesús lo toma aparte de la gente. Quiere tener un encuentro personal, como dice la primera lectura de hoy "...Dios...viene en persona". Y así es Dios, no actúa en masa, actúa en la vida de cada uno. De repente los gestos nos desconciertan, pero es el modo que Jesús utiliza para sanar: unta sus dedos con su saliva y mete los dedos en sus oídos y le dice: Efetá (ábrete). Este gesto, de otra manera, pero muy parecida, es lo que se hace en los bautismos (obviamente sin usar la saliva ni introducir los dedos en las orejas). De modo que el neófito tiene los oídos abiertos y la boca disponible para hablar Palabra de Dios.

Hoy, gracias a la Liturgia de la Iglesia sentimos que Jesús viene nuevamente a nosotros y toca nuestros oídos y nuestros labios, nos abre los sentidos para que le escuchemos y proclamemos su Palabra. Jesús les mandó que no dijeran nada, pero al beneficiarse del prodigio era imposible no proclamar las obras salvadoras de Dios.

En la primera lectura vemos que el profeta nos invita a superar todos los condicionamientos y complejos. Dios viene en persona a vernos. La presencia de Dios curará a los enfermos, curará a los sordos y ciegos. Es Dios en persona quién va a curar al sordomudo del evangelio, Jesús es Dios.

Finalmente, en la segunda lectura el apóstol Santiago nos invita a no hacer acepción de personas, a no discriminar a nadie por que no tiene dinero o es escaso de bienes. A veces podemos darle más y mejor atención a quién tiene más, pero por que quiero beneficiarme de su dinero. Hoy la palabra nos pide que todos seamos tratados por igual, con respeto, pero con igualdad. No hacerlo así es simplemente hipocresía.

Buen Domingo en la presencia de Dios y a seguirse cuidando.

P. Martín




Comentarios

  1. Dios está en todos y nos sana de nuestros males sin distingo
    alguno, por nos ama, oremos con fe y agradescamosle siempre a EL.

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