DOMINGO TRIGESIMO PRIMERO DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B
Primera lectura: Deuteronomio 6, 2 - 6; Salmo 17, 2 - 3a. 3bc - 4. 47. 51ab; Segunda lectura: Hebreos 7, 23 - 28; Evangelio: Marcos 12, 28 - 34
En la primera lectura se nos proponen dos actitudes: 1) “Temer”: Que no es
lo mismo que el miedo. Es un reconocer la presencia de Dios y me hace obrar consciente
de su presencia. De ahí que, a continuación, nos dice que debemos vivir los
mandamientos. El “temor” me lleva a la conciencia de Dios y a vivir según su voluntad
“Escúchalo y ponlo por obra”. El vivir los mandamientos nos trae la bendición
de Dios. 2) El “Escuchar: A continuación, se nos propone el “Shemá”, oración
clásica de un judío. Lo primero que nos dice es que tenemos que reconocer que “El
Señor nuestro Dios es uno”. No hay más y tenemos que adorar a nada ni a nadie
más que a Él. Hoy el escuchar se ha vuelto algo selectivo y en algo cómodo.
Escuchar va más allá que recibir un sonido, escuchar implicará hacerlo vida.
Escuchemos la voz de Dios, sus mandatos y preceptos y nos asegurará una
bendición. Eso mismo se debe hacer de generación en generación: “Las palabras
que hoy te digo…se las repetirás a tus hijos”. Este santo temor y este saber
escuchar nos tiene que motivar a dar testimonio. El guardar los mandamientos y
preceptos siempre será testimonio de que se puede vivir celestialmente aquí en
la tierra. Esta es la verdadera religión, esta es la verdadera forma de honrar
a Dios, esto es lo que espera de nosotros.
En el evangelio un letrado le pregunta a Jesús por el principal y primer
mandamiento. No olvidemos que para algunos contemporáneos de Jesús consideraban
que Él hablaba con autoridad. Y Jesús le responde precisamente con parte del “Shemá”
y añade el mandato del amor al prójimo. Hoy en día cuán importante es salir de
uno mismo, amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.
El vivirlo así nos pone delante de la vida eterna, lo verdaderamente importante.
La segunda lectura nos presenta lo medular de la carta a los Hebreos. Los
últimos domingos nos ha ido presentando el sacerdocio de Cristo y hoy nos
muestra su naturaleza: Jesús tiene un sacerdocio singular: es inmortal e
imperecedero, salva definitivamente: no como otros que sólo aplacan la ira, el
sacerdocio de Cristo da la vida por los demás, vive intercediendo, es pontífice
y mediador entre Dios y los hombres, su sacrificio es pleno: no necesita hacer
más por que lo hizo todo. Él es el Hijo perfecto. Es una buena ocasión para
reflexionar sobre todo lo que hace Jesús por nosotros, que no es poco, es
infinito. Si yo estoy llamado a ser otro Cristo ¿Por qué no vivo el amor a Dios
y al prójimo?
Buen domingo en la presencia de Dios y ha seguirnos cuidando.
P. Martín
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