DOMINGO VIGESIMO SÉPTIMO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B

Primera lectura: Génesis 2, 18 - 24: Salmo 127, 1- 2. 3. 4 - 5. 6; Segunda lectura: hebreos 2, 9 - 11; Evangelio: Marcos 10, 2 - 16.

La primera lectura de hoy es el relato de la creación de la tradición yavhista, escrita probablemente entre los siglo 10 y 9 antes de Cristo. Hay algo que llama poderosamente la atención: Dios crea a la mujer del costado de Adán. Dios es, por decirlo de alguna manera, "consciente" que el varón no puede estar solo, necesita de su complemento perfecto: la mujer. Si bien es cierto que el ser humano tiene dominio sobre toda la creación puesta en sus manos, es necesario que tenga una ayuda complementaria según su modo de ser. 

Hoy nos toca vivir en una época en donde se quiere contraponer la complementariedad del hombre y la mujer, en el nombre de una defensa de igualdad de condiciones. Se puede ser "uno mismo" sin necesitar de dicho complemento. La dignidad del varón y la mujer va más allá de una visión parcial de la "igualdad", que por más que se pretenda nunca será así. Por ejemplo: ¿Un varón puede dar a luz?. Por eso, la primera lectura de hoy nos recuerda la complementariedad entre varón y mujer y cómo la creación entera responde a una lógica y a una razón de ser.

Otro detalle que nos pone la lectura es que la soledad no es buena. La creación siempre va acompañada. 

Y un último detalle de la primera lectura. Dios crea a la mujer para que el varón tenga un compromiso perpetuo, para siempre. El varón unido a la mujer serán una sola carne. En lenguaje claro y directo se habla de la monogamia. Es decir, que el hombre ha sido creado con la capacidad de sostener un compromiso duradero. Para eso tiene dejar todo para unirse a su mujer y llegar a la felicidad. El ser humano está por encima de los animalitos y tiene libertad para escoger que hacer con su vida, incluyendo la elección de quien lo va a acompañar toda su vida.

En el Evangelio de hoy, los fariseos le preguntan a Jesús sobre la licitud del divorcio. Esto está consignado en Deuteronómio 24. "La escuela de Shammai interpreta el significado de Deuteronomio 24 diciendo que un hombre puede divorciarse de su esposa solo en caso de adulterio. La escuela de Hillel interpreta el mismo pasaje diciendo que un hombre puede divorciarse de su mujer por casi cualquier fallo que le encuentre, y el divorcio por razones triviales es común." Pero Jesús va más al fondo: es por razones puramente humanas, no hay una mirada espiritual, es por "terquedad", "por dureza de corazón".

Hoy podemos ver con ligereza, cómo se propone el divorcio como una salida fácil ante las crisis matrimoniales. Incluso se pueden ver estudios que sugieren cambiar de pareja cada cierto tiempo, ya no se valora la perpetuidad de la unión conyugal. La voluntad del creador es que haya un compromiso a perpetuidad entre varón y mujer. 

Más bien, como también enseña el Evangelio, el que no vive así vive en adulterio. El adulterio y el divorcio, enseña el catecismo 2380 - 2386, son ofensas a la fidelidad conyugal. Además, pone en evidencia la falta de visión espiritual de la vida matrimonial. Un matrimonio sin Cristo es un matrimonio camino al fracaso.

También vemos que Jesús quiere que los niños se acerquen a Él. Los niños y las mujeres eran despreciados en la sociedad que le tocó vivir a Jesús. Por eso, no sorprende que los tenga cerca, los valore y les de dignidad. El movimiento en torno a Jesús era llamativo precisamente por que los "descartados" de la sociedad son los mas valorados en ella.

Y en la segunda lectura podemos resaltar tres detalles: 1)Resalta la humanidad de Cristo 2)Resalta los sufrimientos redentores y 3) La consecuente fraternidad que brota del Cristo crucificado. 

Hoy la palabra nos interpela más allá del mensaje evidente: 1) La compañía, 2) el compromiso, 3) el valor de la dignidad matrimonial, 4) el valor de la mujer, el varón y los niños, 5) la estabilidad, 6) la relación con Dios y con los demás.

Que sea un buen domingo para meditar. A seguirse cuidando.

P. Martín