CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO - CICLO C
Primera lectura: Miqueas 5, 1 -4a; Salmo 79; 2ac. 3b. 15 - 16. 18 - 19; Segunda lectura: Hebreos 10, 5 - 10; Evangelio: Lucas 1, 39 - 45.
Llegamos al cuarto domingo de adviento. Hemos pasado la primera parte donde
nos hemos preparado reavivando la esperanza y la convicción que Cristo viene
por segunda vez y ahora profundizamos en la preparación para la primera venida
de Cristo en la carne, tema que podemos ver claramente en la segunda lectura de
hoy.
Quisiera recordar que viviremos la Navidad con toda su realidad, no como
una evocación de un acontecimiento del pasado, sino que, por la capacidad de la
Liturgia, entramos en ella de un modo real y presente. Podemos estar junto a
Jesús, a María y a José en Belén. Estos días los acompañamos a los papás de
Jesús en esa búsqueda de morada para que se puedan alojar durante el censo y
pueda nacer Jesús.
En el Evangelio vemos la escena de la Visitación de María a su prima
Isabel. Querría resaltar tres frases interesantes que nos pueden ayudar a
profundizar: 1) Llena del Espíritu Santo dice “Bendita tú entre las mujeres”.
María no es cualquier mujer, es la escogida de Dios para una gran misión.
Estaba preservada de pecado y era consciente de la gracia de Dios. Esto se
traduce en una conducta y una vida intachable y hacendosa. La presencia de
María en la casa de Isabel y en nuestra vida es una bendición. 2) Pero esa
bendición que es María nos trae otra bendición: Lleva en su seno al Salvador:
“Bendito el fruto de tu vientre”. No olvidemos que Isabel está llena del
Espíritu Santo. Es algo así como un pequeño Pentecostés y es el Espíritu el que
le hace percibir la presencia del Señor. Esto la lleva a preguntarse el por qué
de la visita de la madre de su Señor.
El Espíritu Santo es el protagonista en todo el camino de la encarnación:
cubre con su sombra a María, impulsa a Isabel a reconocer la presencia del
Señor, hace de María una digna morada para encarnar a Jesús.
La presencia de Cristo nos da la alegría del Espíritu Santo. Es por eso que
Juan salta de alegría. Por esa efusión del Espíritu Santo siente la presencia y
salta. El Espíritu Santo nos da un sentido profundo de las cosas, hace sentir a
Isabel que la criatura que estaba esperando está alegre.
3) Hay que señalar también que Isabel reconoce la fe de María “Dichosa tú
que has creído”. San Agustín decía al respecto: “La misma bienaventurada María
concibió creyendo a quien alumbró creyendo.” (Sermón 215, 4).
En la segunda lectura nos pone delante des mismísimo misterio de la
encarnación. Este misterio está en función de la redención. Cristo se hizo
hombre con un fin: Salvarnos – Santificarnos.
Sabiendo esto, qué triste es no acoger la salvación de Dios. El Padre lo
ha dado todo en su Hijo y el Hijo lo ha dado todo por nosotros. Por eso, qué
importante es valorar en esta próxima Navidad el “Para qué” Cristo se hizo
hombre.
Finalmente, en la primera lectura se alude a Belen como el lugar donde
aparecerá el Enviado. El que gobernará Israel, “El será la paz”, dice la
lectura. Es el Rey y mensajero de la paz, y los hombres debemos aproximarnos a
este acontecimiento con actitudes de paz. Que nuestros hogares sean ese pequeño
pero acomodado lugar donde acogemos al Rey. Hagámonos como esos personajes que
no vamos metiendo en la escena y vivimos el misterio.
Buen domingo, sigamos con los cuidados.
P. Martín
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