SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C
Primera lectura: Isaías 62, 1 - 5; Salmo 95, 1 - 2a. 2b - 3. 7 - 8. 9 - 10a.c; Segunda lectura: 1 Corintios 12, 4 - 11; Evangelio: Juan 2, 1 - 11.
Hace ya unos días hemos iniciado la primera parte del tiempo ordinario que
llegará hasta el martes anterior al miércoles de cenizas. Algunos piensan que
este tiempo no tiene mayor relevancia, pero sí la tiene. En este tiempo
contemplaremos los Misterio de Cristo que no se contemplan ni en el ciclo
navideño ni en el ciclo pascual. En este tiempo descubrimos diferentes detalles,
matices y características de Cristo. Por eso, cuan oportuno es prestar atención
a este tiempo, que lejos de ser un tiempo “muerto”, es un tiempo para
profundizar y sumergirnos en Cristo.
En la primera lectura de este domingo leemos como se profetiza para
Jerusalén “tiempos mejores” donde Dios lo dará todo para ellos. Cuando se
escribe esta lectura estaban invadidos por los babilonios y estaban sometidos a
ellos. Por eso, Dios quiere actuar cambiando todo para el bien de su pueblo.
Quiere suscitar un nuevo orden de cosas. Sacar gracia del pecado que los
extranjeros estaban cometiendo.
En un sentido más amplio podemos decir que esta profecía abarca a toda la
humanidad. Hay frases hermosas: “Por amor de Jerusalén no descansaré”, “serás
diadema real”, “a ti te llamarán mi favorita”. Dios no quiere ser simplemente
el actor de un determinado momento, quiere ser el Padre del pueblo escogido, el
esposo que ama eterna e infinitamente a su Pueblo. Nosotros somos los depositarios
de esa profecía. En medio de un mundo golpeado por la enfermedad, la violencia,
la injusticia, el desorden, el caos, nosotros somos aquellos a quien Dios
promete ser adornados, embellecidos y amados por su gracia infinita.
Ya no es simplemente Jerusalén, es Sión. El cambio de nombre también indica
el cambio de todo. El nombre responde a la misión que tiene cada uno.
“Jerusalén” significa “Ciudad de paz” y “Sión” significa “señal” o “hito”. Sión
es la ciudad donde Dios lo es todo para todos. Cuando hablamos de la “Jerusalén
del cielo” o “La nueva Sión” hablamos de ese lugar donde todo es transformado
ante la presencia de Dios. Todo es distinto y muy bueno.
En esa novedad de Sión vemos que todos tienen una misión, como lo podemos
ver en la segunda lectura. La misión de cada uno es lo que embellece aun más
esta bella realidad de la Iglesia. En este contexto de sinodalidad que nos toca
vivir (sínodo = caminar juntos) qué importante es redescubrir que todos nos
complementamos. Hay diversidad de dones, de carismas, de ministerios, pero un
solo Dios que obra en todos. Lo que uno no puede realizar o hacer lo hará otro
movido por Dios. A veces nos puede ganar el juzgar al otro por que no hace lo
mismo que hago yo, pero nos podemos olvidar que cada uno actúa movido por Dios.
“El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular
como a él le parece”. Que bello es descubrir que mientras unos ponen al servicio
un talento en particular, el otro pone al servicio su otro talento y así nos
vamos complementando y caminando juntos.
En el evangelio de hoy, más que entrar en minucias, quisiera poner de
relieve algunos detalles: 1. Cristo se pone al servicio: Precisamente Él nos da
ejemplo de cómo debemos poner al servicio nuestros talentos. Aunque le dice a
María que “No ha llegado mi hora”, obra, sirve, ayuda. 2. El agua se transforma
en vino: Por qué no podemos pensar en un símbolo de lo que después será la
Eucaristía. En cada misa el vino mezclado con agua por acción del Espíritu Santo
se convierte en su Sangre. Que bello contexto: En las bodas de Caná está la
imagen silenciosa de unos esposos, en la Eucaristía es Cristo quien
amorosamente se desposa con su Iglesia, con nosotros. 3. El vino transformado
es el mejor: Dios todo lo hace bien. A veces, en el contexto culinario se suele
decir que una comida es mejor o peor si se le añade el ingrediente del amor
(por eso la comida de casa es distinta que la de un restaurante), Cristo
obedeciendo a su madre lo hace todo con amor y por eso le sale muy bien. SI el
agua es signo de la purificación, el vino transformado es signo de la gracia. Con
ello pensemos en la capacidad de los recipientes: eran inmensos y podían contener
mucha agua, así como la gracia de Dios es inmensa. 4. Es en Caná de Galilea
donde Jesús empieza sus signos. Jesús no buscará lugares espectaculares ni
cosas llamativas para obrar. Busca sencillez, simplicidad, un pueblito sencillo
donde mostrar su grandeza.
Que este domingo sea para nosotros un motivo para contemplar tres
realidades: La Iglesia como ese nuevo pueblo de Dios embellecido por la gracia;
ese poder estar juntos y complementarnos y maravillarnos de cómo Jesús obra a
través de acontecimientos sencillos pero trascendentales.
Buen domingo y a seguirse cuidando.
P. Martin
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