QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Primera lectura: Isaías 6, 1 - 2a. 3 - 8; Salmo 137, 1 - 2a. 2bc - 3.  4 - 5. 7c - 8; Segunda lectura: 1 Corintios 15, 1 - 11; Evangelio: Lucas 5, 1 - 11. 

En la primera lectura de este domingo podemos ver que la Palabra de Dios, muchas veces, se escucha en un contexto cultual. Isaías es llamado y enviado en ese espacio donde se percibe la majestad de Dios, donde se percibe lo divino bajo “el velo de los signos”. Por eso, cuando se consigna esta llamada de Isaías se nos muestra esa presencia bajo símbolos litúrgicos. Una pregunta que podemos hacernos este domingo es: ¿Yo percibo la presencia de lo divino en la liturgia y en el lugar sagrado?

Cuando uno descubre esa presencia y escucha la voz de Dios que nos habla somos impulsados a la misión. Isaías escucha y es enviado. Nosotros, que tenemos la posibilidad de escuchar la Palabra de Dios cada domingo (o de repente cada día), ¿Qué respuesta le damos a Dios luego de escuchar su Palabra y sentir su presencia?

La respuesta que Dios espera de nosotros es que creamos en Él y difundamos el testimonio de ese encuentro de amor y misericordia y lo difundamos. La fe verdadera no es intimista, ni tampoco tiene que ser uniforme. Algunos piensan que todos tenemos que hacer lo mismo que ellos sienten o experimentan. No es sana la rígida uniformidad. Cada uno ha recibido de Dios un modo distinto de poder expresar ese testimonio, cada uno poniendo al servicio sus talentos y cualidad que, insisto, no tienen por qué ser uniformes.

Isaías, con sus características, sus talentos y limitaciones acoge la llamada del Señor, lo deja todo y se pone a su servicio. Por eso estemos atentos para percibir qué es lo que Dios nos quiere indicar en nuestra vida, sin tener que imitar a otros ni tener que ceder a presiones para estar “a la moda”.

En esa línea va la segunda lectura. Pablo nos habla de la transmisión del Evangelio. En el centro del anuncio está el Misterio pascual de Jesucristo. Pablo no anuncia otros temas, no se va por las ramas. Pablo, aunque hable de cuestiones circunstanciales, siempre tiene como norte el misterio pascual de Jesucristo. Pablo es testigo y es apóstol. Pablo quiere transmitir y comunicar su testimonio. Ese compartir tiene como objetivo el despertar la fe, no racionalismos grises, ni ideologías de moda, ni sentimentalismos. Sólo busca despertar la fe, el creer en aquel que lo envió a dar testimonio, quiere suscitar la fe que busca entender, parafraseando a San Anselmo.

Y en el Evangelio vemos, ante todo, ese deseo de escuchar la Palabra de Dios. No olvidemos que Jesús es el Verbo, la Palabra encarnada y que los que están cerca de Él quieren oír su voz. Esa Palabra de Jesús llevaba a creer en Él y en su poder. Pedro le indica a Jesús que no le había ido bien, que no habían conseguido pescar, pero al recibir la Palabra, cree en Jesús y obra como Él le pide, “echa las redes”. Luego de ello, todo fue tan bien que tuvieron que pedir ayuda por el éxito de la pesca.

Cuando nosotros oímos su Palabra y le obedecemos, damos fruto abundante, somos como esa pesca generosa. Cuando oímos su Palabra descubrimos quienes somos, como Pedro que descubre ser un pecador. Cuando oímos su Palabra imploramos su misericordia. El que escucha su Palabra y la pone por obra lo deja todo y lo sigue.

Que en este domingo nos dejemos sorprender por la Palabra de Dios y no olvidemos que “La palabra de Dios, expuesta continuamente en la liturgia, es siempre viva y eficaz” (OLM 2)

Buen domingo en la presencia de Dios y sigamos con los cuidados.

P. Martín

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