SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA - CICLO C

Primera lectura: Génesis 15, 5 - 12. 17 - 18; Salmo 26, 1bcde. 7 - 8. 9abcd. 13. 14; Segunda lectura: Filipenses 3, 17 - 4,1; Evangelio: Lucas 9, 28b - 36.

Hoy el Evangelio nos presenta la escena de la transfiguración del Evangelio de San Lucas. Si bien es cierto que en otros momentos del año contemplaremos este misterio, que lo hagamos en la cuaresma no es más que un acercamiento o adelanto de lo que va a acontecer en el momento más importante de este ciclo cuando resucite Jesús y ascienda al cielo él se muestre en toda su gloria.

Reflexionemos sobre el evangelio de hoy. Jesús va con tres de sus discípulos más cercanos: Pedro Santiago y Juan. Hemos visto en otras escenas que cuando va con ellos a algún lugar es porque acontecerá algo importante. Por ejemplo, veremos en la vigilia del jueves al viernes Santo que será con ellos que vaya al Huerto de los Olivos.

Otro detalle es que va lo alto de la montaña. En la época de Jesús las montañas altas eran usadas como espacios privilegiados y silenciosos para la oración y, como vemos en la historia de la salvación, Dios muchas veces se manifiesta en lo alto de los montes.

Pero no va simplemente para tener un rato de compañía, sino para orar. Jesús pasa a los momentos más importantes con un previo momento de oración, es por eso que no resulta extraño que Jesús o de antes de este momento donde manifestará parte de su gloria.

También el evangelista señala que sus vestidos resplandecían de blancura. El color blanco no es un color casual, es el color de la divinidad. (Es por eso que en algunas imágenes o cuadros se representa a Dios como un viejito canoso o vestido de blanco, dado que es el color que lo identifica como Dios)

A continuación, vemos que aparecen dos hombres que no eran parte del grupo con el que sube Jesús. El evangelista señala con certeza que es Moisés y Elías. Uno podría preguntarse cómo es que pudieron identificarlo, sin embargo, más allá de ese detalle lo que importa es que la presencia de ellos dos pone a Jesús por encima de ellos, Jesús no está al nivel de Moisés y Elías, está por encima.

Y hablaban de la muerte de Jesús, de su Pascua. De alguna manera esta imagen podría situarlo a Jesús como el punto más alto de la historia de la salvación. Jesús es aquella ofrenda que salvará al género humano.

Jesús se presentará en el Monte Calvario como esa ofrenda de la que hemos leído en la primera lectura, a través de la cual se manifestará la misericordia divina. Jesús no es ni un ave ni una ternera. Jesús es la víctima expiatoria que nos rescatará del poder del pecado y de la muerte.

Volviendo al evangelio vemos que los compañeros de Jesús caían de sueño. Este mismo problema lo vamos a ver cuándo suben con Jesús al Monte de los Olivos al inicio de su Pascua; también se quedan dormidos.

Pero el evangelista señala que en un momento reaccionan y ven la gloria de Jesús y a los dos hombres que le acompañaban. Podemos interpretar que éste es un adelanto de la gloria de Dios que se da en el monte.

Mientras ellos se alejan, Pedro osadamente dice que se está bien ahí. "Maestro, qué bien se está aquí. haremos tres tiendas". En medio de su sueño, al reaccionar sobre lo que iba sucediendo, Pedro se da cuenta de lo maravillosa que es la gloria de Dios. No es cualquier experiencia, es una experiencia distinta y agradable. Esto nos tiene que alentar a tener una mirada del cielo más allá de lo simplemente poético o circunstancial. En el cielo estaremos bien.

Continúa el relato señalando que los cubrió una nube. La nube es otra presencia de lo divino que también ha aparecido en otros momentos en la Sagrada Escritura. Pero además se escucha una voz, la voz que habla de un hijo, por lo tanto, deducimos que es el Padre que habla. "Este es mi Hijo, el escogido, escúchenlo".

Esto nos tiene que llevar a darnos cuenta que el Padre Dios revela a Jesús como su Hijo y de la misma naturaleza del Padre. Pero hay una palabra importante que no podemos dejar pasar "escúchenlo". Esto no es solamente para este momento, sino es para todo momento. Siempre debemos escuchar a Jesús, siempre debemos estar atentos a su palabra, siempre debemos estar dispuestos a ponerla en práctica. Y este es un mandato interesante para este tiempo de cuaresma: oyendo la palabra de Dios la ponemos por obra.

Es así como termina la teofanía en el monte. Dice el evangelista que no contaron a nadie lo que habían visto por el momento. Ya habrá momento de ver la gloria de Dios. Ellos la vieron seguramente en la resurrección, nosotros ahora la vemos en el sacramento, y todos en el último día la veremos en toda su gloria.

Y brevemente quisiera comentar algunos detalles de la segunda lectura dice San Pablo. Hay algunos que viven como enemigos de la cruz de Cristo, es decir que viven de espaldas a Jesús. A continuación, nos dice que viven sólo y aspiran solo a las cosas terrenas. Eso también nos puede pasar a nosotros cuando nuestra perspectiva es muy corta solamente nos preocupamos de lo de la tierra y no miramos las cosas del cielo. Por eso no podríamos decir como San Pedro "qué bien se está aquí", sino que vivimos en la oscuridad de las cosas terrenas y mundanas. San Pablo nos dice que somos ciudadanos del cielo, que no estamos para este mundo, sino para mirar a lo alto y aspirar a la gloria de Dios. 

Luego dice que nos iremos transformando nuestro cuerpo humilde según el modelo de su cuerpo glorioso, tenemos que lograr, por gracia de Dios, la transformación a un hombre celestial, un hombre gobernado por el Espíritu Santo. Para ello pidamos al Señor la gracia de irnos transformando cada vez más en esos hombres nuevos que van dejando las cosas terrenas e irnos haciendo cada vez más ciudadanos del cielo.

Buen domingo en la presencia de Dios y a seguir con los cuidados.

P. Martín

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