SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA - CICLO C
Primera lectura: Hechos de los apóstoles 5, 12-16; Salmo 117, 2-4. 22-24. 25-27a (R.: 1); Segunda lectura: Apocalipsis 1, 9-11a. 12-13. 17-19; Evangelio: Juan 20, 19-31
Queridos
hermanos, ¡feliz Pascua de Resurrección!
Hoy confluyen muchas
eventualidades: es el domingo de la Misericordia instituido por san Juan Pablo
II, siguiendo lo revelado por santa Faustina; el domingo de Tomás, por su
incredulidad, y culminamos la octava de Pascua, donde hemos podido ver día a
día su presencia viva y resucitada.
En primer lugar quisiera compartir con
ustedes un comentario sobre el domingo de la Misericordia. [Para quien desee conocer un poco más al respecto dejaré al
final de la reflexión un enlace informativo]. En el Evangelio de hoy vemos cómo Jesús les da la capacidad a sus
discípulos para perdonar los pecados. Humanamente hablando, el perdón de los
pecados no es tarea fácil; sin embargo, gracias a Jesús, quien murió por
nosotros, podemos «saldar» esa deuda contraída por nuestras culpas. A su vez,
reparamos cómo Dios se vale de instrumentos humanos para seguir derramando su bendición.
Jesús encarga a sus discípulos ser ministros (no propietarios) de la gracia. Concretamente,
en la primera lectura advertimos los prodigios que van realizando los
apóstoles: Pedro sanaba enfermos con tan solo caminar. Siendo así, redescubrir
el tesoro de la misericordia que Dios nos ofrece continuamente a través del sacramento
de la reconciliación es un deber esencial.
En segundo lugar conviene recordar el valor del domingo. En la segunda lectura del Apocalipsis advertimos que Juan recibe la revelación un domingo, y en el Evangelio contemplamos también la manifestación de Cristo resucitado un domingo (el primer día de la semana). Hoy hemos perdido la concepción del domingo como un día de encuentro con el Señor, y en cambio priorizamos un sinnúmero de actividades. Poco a poco el domingo se ha transfigurado en la coronación del fin de semana, un momento para desconectarse de las actividades o descansar de las faenas laborales. Frente a ello, debemos renovar nuestra disposición en este día donde estamos llamados a reunirnos con Jesús y corresponder su infinita caridad. Hay dedicar el domingo al agradecimiento y al servicio.
Por otro lado, si
bien durante la octava de Pascua hemos examinado algunos encuentros con Cristo
Resucitado, actualmente podemos encontrarnos con Él a través de los sacramentos
y la Palabra, o mejor dicho, Él sale a nuestro encuentro.
Finalmente, en el
Evangelio de hoy podemos observar algunos detalles interesantes. 1. El cuerpo
glorioso de Jesús no está sometido al espacio y al tiempo. Si los discípulos tenían
las puertas cerradas, ¿Cómo entró Jesús? 2. El encuentro con Él siempre produce
satisfacción. No me refiero a la que da el mundo, sino al regocijo profundo que
proviene de contemplarlo a Él. 3. La Resurrección nos regala al Espíritu Santo.
En ese primer encuentro exhaló y les dijo que recibieran el Espíritu Santo. Semejante
leemos en la Pasión: exhalando, entregó el espíritu. Tanto en la vida como en
la muerte, Jesús está siempre regalando el espíritu. 4. La incredulidad de
Tomás. Esto es el reflejo de la sociedad actual: si no veo, no creo. Buscamos
una experiencia sensible para creer y dejamos de lado la importancia de la fe.
Estamos en un círculo cada vez menos creyente en el sentido religioso, que vanamente
intenta trascender buscándose a sí mismo. A pesar de ello, Cristo resucitado
viene a regalarnos su Espíritu y darnos la alegría de su presencia en medio de
nosotros.
No gastemos
tiempo intentando comprender los misterios de la vida y la muerte. ¡Confiemos
en la Palabra de Dios! Él sabe el porqué de todo y todo lo hace con amor.
Sigamos con los cuidados. Dios los bendiga.
P. Martín
Dios contigo Padre Martin.
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