TERCER DOMINGO DE PASCUA - CICLO C

Primera lectura: Hechos de los apóstoles 5, 27b-32. 40b-41; Salmo 29, 2 y 4. 5 y 6. 11 y 12a y 13b (R.: 2a); Segunda lectura: Apocalipsis 5, 11-14; Evangelio: Juan 21, 1-19.



Estamos en el tercer domingo de Pascua, y debemos mantener la alegría de saber que Cristo está vivo entre nosotros. La Resurrección nos muestra que la realidad va más allá de lo que las categorías humanas pueden percibir del misterio de la vida y de la muerte. La Pascua de Resurrección nos motiva a anhelar una eternidad con Dios.

En la primera lectura tenemos que Pedro y los discípulos son llevados al sanedrín para ser juzgados y prohibidos de hablar sobre Jesús. Bajo esa circunstancia Pedro dice una frase que debe llevarnos a la reflexión: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». Puede ocurrirnos que, por presiones o intenciones de “quedar bien”, no anunciemos a Jesús en distintos escenarios. Esto trae como consecuencia que “otras voces” ganen terreno y conduzcan a los hombres por otros caminos. Frente a ello, hay que obedecer a Dios que nos dice: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación» (Mc 16, 15). 

Estamos en una sociedad que no cree, que es poco evangelizada. No podemos dormirnos en nuestros laureles y suponer que todos van a vivir el cristianismo como se vivía hasta hace no mucho. Hoy tenemos que retomar aquella valentía de la Iglesia de la primera hora, que anunciaba a Cristo resucitado. Debemos ser testigos del Dios vivo y verdadero; deben ver en nosotros un vestigio de Dios. 

En la segunda lectura vemos cómo, mientras en el mundo nadie reconoce a Dios, en el Cielo todos se postran ante la presencia del Cordero degollado. Todo el que tiene de frente a Jesús se arrodilla para rendirle honor, gloria y alabanza. Advertimos en este pasaje cómo los ángeles, los vivientes y los ancianos aclaman con voz potente todo lo que merece Dios.  Así pues, cuando conocemos al Verdadero no podemos más que expresarle nuestro amor con la adoración. Mientras tanto, aquí en la Tierra, gracias el sacramento de la Eucaristía, podemos adorar al Dios vivo y verdadero, presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Debemos aprovechar este obsequio. 

Por otro lado, en el Evangelio de hoy vemos cantidad de detalles sumamente llamativos. Solo quisiera resaltar algunos: 1) Pedro va a pescar con los discípulos. Ellos no terminan de creer a pesar de que ya habían visto a Jesús resucitado previamente. Falta algo: el don del Espíritu Santo que lo revela todo. (La primera lectura está situada después del Don del Espíritu Santo, de ahí que vemos a un Pedro con más elocuencia, sin dudas ni miedos). Los pescadores quieren pasar la página y volver al pasado. 2) El que ha conocido a Cristo vivo y resucitado ya no va por la vida como antes. Ellos quisieron regresar a la pesca, mas no consiguieron nada debido a que es imposible proceder sin Cristo. Es curioso cómo Cristo aparece y hace todo distinto, les favorece y da una pesca abundante, y es igual de sugerente cómo un carpintero da indicaciones a unos pescadores ya experimentados). 3) Vemos la reconciliación de Pedro con Jesús. No olvidemos que, si bien Pedro lo negó tres veces, ahora tres veces también le declara su amor a Jesús. Del mismo modo, aunque nosotros lo traicionamos en ocasiones, Él no desiste en darnos nuevas oportunidades. Dios siempre nos ofrece su misericordia. 

Yo me pongo a pensar: pasadas las fiestas de Semana Santa, como que todo se va normalizando, vamos volviendo a lo habitual. Ya no vemos esas multitudes que, con los cuidados respectivos, participaron efusivamente de los oficios y demás actividades cristianas. Entonces me pregunto, ¿a quién vieron realmente durante la Semana Santa?, ¿qué ha pasado con ese júbilo motivado por la promesa del Señor?... Pidamos la gracia de redescubrir a Jesús vivo y resucitado todas las veces que haga falta; que demos testimonio de su presencia viva entre nosotros y que aprovechemos su presencia para llenarnos de la luz de la resurrección.

Buen domingo. Sigamos con los cuidados. 

Que Dios los bendiga mucho.

P. Martín

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