SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS - CICLO C
Primera lectura: Hechos de los apóstoles: 2, 1-11; Salmo 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34 (R.: cf. 30); Segunda lectura: 1 Corintios 12, 3b-7. 12-13; Evangelio: Juan 20, 19-23.
SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS 2022
Celebramos Pentecostés. ¿Qué significa realmente?... Empecemos aclarando su sentido. Para los judíos «Pentecostés era una de las tres grandes fiestas judías: se celebraba cincuenta días después de Pascua y muchos israelitas peregrinaban ese día a la Ciudad Santa. Su origen era festejar el final de la cosecha de cereales y dar gracias a Dios por ella, junto con el ofrecimiento de las primicias. Después se añadió el motivo de conmemorar la promulgación de la Ley dada por Dios a Moisés en el Sinaí» (Sagrada Biblia, Nuevo Testamento, EUNSA, p. 474). Para nosotros, cristianos católicos, «El día de Pentecostés (al término de las siete semanas pascuales), la Pascua de Cristo se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina: desde su plenitud, Cristo, el Señor (cf. Hch 2, 36), derrama profusamente el Espíritu» (Catecismo 731). Benedicto XVI, al hablar del Espíritu Santo en Pentecostés indica que: «El Espíritu es el don que Jesús pidió y pide continuamente al Padre para sus amigos; el primer y principal don que nos ha obtenido con su Resurrección y Ascensión al cielo» (23/05/2010). En definitiva, esto es lo que celebramos en este día: el cumplimento de la promesa de Jesús de enviar al Espíritu Santo.
Veamos algunos detalles de las lecturas de la misa de este día.
En la primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, se narra el mismísimo acontecimiento de Pentecostés. Gracias al poder del Espíritu Santo, al seguir esta lección nos hacemos contemporáneos con el acontecimiento y recibimos ese don como si hubiésemos estado en la misma escena. No olvidemos que Jesús decía a los apóstoles el día de la Ascensión: «No se alejen de Jerusalén; aguarden que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo les he hablado…, dentro de pocos días serán bautizados con Espíritu Santo» (Hechos 1, 4-5). Jerusalén no es un simple lugar geográfico, es un lugar teológico cargado de múltiples significados. Es el lugar de la tentación (Lucas 4,9-13) y de la muerte (Lucas 9,31; 13,33; 18,31-32). En consecuencia, el camino de Jesús es hacia Jerusalén, donde sufre, muere, y resucita. Y con su muerte, es también el lugar donde entrega el Espíritu, y al resucitar donde lo ofrece de manera efectiva. Jerusalén es el lugar del don.
El Espíritu tiene manifestaciones concretas. Se muestra como ruido del cielo, viento recio, llamaradas como de fuego que se posan sobre cada uno y hablan en lenguas extranjeras. Un comentario dirá al respecto que «El ruido, como de viento, y el fuego (vv. 2-3) evocan precisamente la manifestación de Dios en el monte Sinaí (cfr. Ex. 19, 16 – 18; Sal 29), cuando Dios, al darles la Ley, constituyó a Israel como pueblo suyo. Ahora, con los mismos rasgos se manifiesta a su nuevo pueblo, la Iglesia. El viento significa la novedad trascendente de su acción en la historia de los hombres (cfr. CCE 691). «El fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu Santo» (CCE 696) (Sagrada Biblia, Nuevo Testamento, EUNSA, p. 474).
El primer efecto de la efusión del Espíritu sobre los discípulos es la valentía. Recordemos que hasta este momento los discípulos se habían «escondido» en el cenáculo por el miedo a los judíos. Con Pentecostés se derrumban los miedos y se anuncia con firmeza el mensaje, como lo podremos notar después en el primer discurso de Pedro. Otro efecto es la llamada glosalía (don de lenguas). Si bien este asunto podría abordarse con amplitud, de momento quisiera destacar dos elementos. La primera observación radica en ser comprendido. En otro pasaje san Pablo dirá que el mensaje se debe de entender por medio de un intérprete, de no ser así sería una farsa. Y el segundo detalle reside en hacer más extensivo el mensaje. Ellos hablaban en lenguas extranjeras. Por consiguiente reflexionemos acerca del Espíritu que guía a la Iglesia: a cuántos miles o millones ha capacitado para que puedan anunciar el mensaje salvador por medio de palabras.
En la segunda lectura encontramos puntos importantes sobre la relación entre el Espíritu, nosotros mismos y la comunidad. Uno no puede decir con convicción que Jesús es el Señor sin la posesión del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, ciertamente, pero un mismo Espíritu. En cada una de las personas se manifiesta el Espíritu para el bien común. Todos hemos sido bautizados (sumergidos) por el mismo Espíritu y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
Finalmente, en el Evangelio de esta solemnidad percibimos la escena donde Jesús nos da el Espíritu. «Reciban el Espíritu Santo». No nos lo otorga como algo inactivo e indiferente, nos lo da como el mayor don de su resurrección. Con esta donación nos alcanza la paz y confiere la autoridad para que se retengan y perdonen los pecados. El Espíritu Santo renueva todas las cosas, y la mayor regeneración y renovación es la de las almas en gracia.
Actualmente, sobre todo por las facilidades para la recepción de la reconciliación sacramental, pareciera que se ha perdido consciencia de todo lo que hace Dios a través del sacramento. Sin embargo, conviene tener presente la donación que Él nos provee por medio de estos para darle una merecida apreciación. Es el Espíritu quien renueva el alma de los hombres; él actúa en nosotros.
Uno recibe en cuanto desea. Deseemos mucho el Santo Espíritu y vivamos así un Pentecostés maravilloso.
Dios los bendiga. Sigamos con los cuidados.
P. Martín
Feliz Pentecostés 🔥🕊️💒 padre!
ResponderEliminarMuchas gracias por compartir estas reflexiones, aunque parezca que no hago caso, leo, y me ayuda mucho. Siempre que leo, apunto lo que me toca profundamente. Y hoy no ha sido la excepción.
Saludos padre Martín.