DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C
Primera lectura: Isaías 66, 10-14c; Salmo 65, 1-3a. 4-5. 16 y 20 (R.: 1); Segunda lectura: Gálatas 6, 14-18; Evangelio: Lucas 10, 1-12, 17-20.
El Evangelio de hoy empieza hablando de la designación de 72 discípulos que
van por delante de Jesús a los lugares donde pensaba ir. No es casual el
número. En algunos manuscritos se encuentra 72 y en otros 70. Más allá de este
detalle, el número 72 significa universalidad, dado en ese momento había 72
pueblos conocidos del mundo.
Una característica de este envío es que van de 2 en 2. En la Biblia, cuando
se requiere a dos personas es para que el testimonio que dé una de ellas sea
confirmado por el testigo. El uno es garante del otro. Estos 72 enviados de 2
en 2 no van simplemente a hacer una exploración o un tanteo del ambiente, van a
dar testimonio de Jesús y de la llegada del Reino.
Luego Jesús dice “La mies es abundante y los obreros pocos”. Si bien es cierto
que la mies refiere a los sembrados, y muy en especial a determinados cereales,
en el Nuevo Testamento refiere a las personas dispuestas a acoger el mensaje
salvador de Jesús. Y al hablar de los obreros refiere a aquellos que están al
servicio del Reino de Dios.
“Rueguen al dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. Dios no nos deja
desamparados, siempre enviará obreros para esta gran obra. ¿Qué nos toca a
nosotros? Pedir con humildad que envíe obreros, más servidores que estén al
servicio. La mies, la obra, es de Dios y el quiere que todos estemos dispuestos
a trabajar por ella.
En un sentido muy amplio, podríamos identificarnos con esos 72 enviados por
Jesús a preparar el terreno para su llegada. Cada uno de nosotros, en el
ambiente en el que vive, en su profesión, en su trabajo, donde estudia, donde
convive diariamente, puede ser como uno de esos 72 que va anunciando la llegada
de Jesús, o incluso ir más allá, señalar dónde está Jesús. Por eso nos dice
¡Pónganse en camino!
“Miren que los mando como corderos en medio de lobos”. Si bien es cierto
que no hay una mención explicita al pastor, es Jesús el que protegerá a las
ovejas. En cuanto estamos unidos a Él cumpliremos su misión, pero si la
motivación se aleja del pastor entonces se realizará mi plan, mi actividad, “lo
mío” y desplazo lo suyo.
Para no correr el riesgo de desplazar al Pastor, los envía sin seguridades:
sin bolsa, sin sandalias y sin alforja. Nos suele pasar que cuando vamos muy
cargados de cosas se puede perder tiempo en pensar cómo trasladar las cosas y
perdemos agilidad para realizar la misión, aquí, lo que Jesús nos pide es un
corazón desapegado de todo, aunque lo tengamos, para darle prioridad al anuncio
y testimonio del Reino.
Junto con ello nos pide no detenerse a saludar a nadie. Las amistades que
no conocen a Jesús nos pueden quitar tiempo y agilidad para anunciar el
evangelio a los hombres. Con esto no dice el evangelio, ni yo, por supuesto,
que sean malas las amistades, lo que, a mi juicio, insinúa la lectura es a
evitar la distracción que retrasa el anuncio del Reino, que además debe llegar
cuanto antes, antes de la cosecha de la mies.
Luego habla de la casa. Cuando entres a una casa lo primero que hay que
desear es la paz. La paz que anuncian los 72 no es una paz cualquiera. No es un
pedir que no haya violencia durante su estancia. Es dar la paz de Dios, que
además trae bendición. No es la paz de la que habla el mundo, es algo distinto.
Es la paz y la misericordia de la que habla San Pablo en la segunda lectura de
hoy: la paz y la misericordia.
Dice que, si hay gente de paz, la paz reposará sobre ellos. El que recibe
al enviado de Dios vivirá la paz y la bendición que llega a través del enviado.
Cuando llega la presencia de Dios se respira en el ambiente algo distinto, algo
fuera de lo que encontramos en el mundo, se respira paz. (Pensemos cuando
entramos a una iglesia y nos invita a recogernos en oración). Y si no hay gente
de paz, la paz volverá a los enviados. El castigo por rehusarse a recibir la
paz el que la paz retorna al enviado.
Para un abandono confiado en la providencia de Dios, Jesús dice que coman y
beban de lo que haya en la casa. La comida y, en un buen sentido, la bebida, es
signo de acogida. Pero también, Jesús lo pone como recompensa por la misión que
van realizando, como el salario. El que se pone al servicio de Jesús siempre
tendrá lo necesario de la gente de paz.
Cuando recomienda no andar cambiando de casa es, a mi juicio, un
recordatorio de que los 72 no están de paseo o de vacaciones. Están sirviendo y
trabajando por el Reino. Esto implica seriedad, permanencia, consolidar
esfuerzos. De nada servirían “flores de un día” donde solo se da una
“probadita” de lo bonito que es el Reino y luego se desvanece. La
evangelización implica también “dejar cuajar” lo que se ha ido preparando.
Dice que si son bien recibidos: coman lo que les pongan, curen a los
enfermos y digan que está cerca el Reino. Son signos de compasión: aceptar lo
que ofrecen, la curación como signo de misericordia y compasión, anunciar que
Jesús, el Reino en persona, está por llegar. Jesús llega para apiadarse de los
hombres y liberarlos de sus esclavitudes.
Finalmente, en mi comentario, que a estas alturas ya es largo, habla de que
si no los reciben bien se sacudan los pies. En la biblia, sacudirse los pies es
como un gesto – sentencia. El que hace el gesto, de alguna forma, está diciendo
que no tiene responsabilidad por el destino de los habitantes de aquel lugar.
Se podrían decir muchísimas cosas más de las lecturas, pero les comparto
algo de lo que, sobre todo el evangelio de hoy, me sugiere.
Buen domingo en la presencia del Señor y a seguirse cuidando.
P. Martín
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