DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Primera lectura: Éxodo 17, 8-13; Salmo 120, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8 (R.: 2); Segunda lectura: 2Timoteo 3, 14—4, 2; Evangelio: Lucas 18, 1-8.



Este domingo tenemos como tema principal la oración. En algunos casos se ha reducido el rezo a un mero pedir o negociar con Dios, como si Él tuviera que hacer lo que se le manda. Sin embargo va más allá de eso. La oración, dice san Juan Damasceno, es «la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes». No porque pidamos solo una vez Dios tiene que hacer lo que solicitamos. Debemos perseverar, y hacerlo siempre por buenas y santas causas.

En la primera lectura vemos el gesto de Moisés, quien ora alzando las manos. Así tiene que ser nuestra oración: con las manos en alto, esperando recibirlo todo de Dios. Vivimos alrededor de tantas seguridades que preferimos confiar en nuestras propias capacidades y logros en vez de confiar en Dios. Moisés va orando ante la batalla. Del mismo modo, cuando en nuestra vida pasemos por momentos complejos debemos refugiarnos en la oración, confiando que Él nos dará exactamente lo que necesitamos.

San Juan Pablo II señalaba: «Este es un icono de extraordinaria fuerza expresiva: el icono del pastor orante. Es difícil encontrar una referencia más elocuente para todas las situaciones en las que el nuevo Israel, la Iglesia, tiene que combatir contra los diferentes “amalecitas”. En cierto sentido, todo depende de las manos de Moisés levantadas al cielo». 

Benedicto XVI decía: «Parece increíble, pero es así: Dios necesita las manos levantadas de su siervo. Los brazos elevados de Moisés hacen pensar en los de Jesús en la cruz: brazos extendidos y clavados con los que el Redentor venció la batalla decisiva contra el enemigo infernal. Su lucha, sus manos alzadas hacia el Padre y extendidas sobre el mundo piden otros brazos, otros corazones que sigan ofreciéndose con su mismo amor, hasta el fin del mundo».

En el Evangelio vemos esta parábola del juez y la viuda, que es una clara invitación a la oración. La oración es un verdadero acto de justicia. ¿Qué es la justicia?, darle a cada uno lo que merece. Por tanto, la reacción del juez, lejos de ser un maltrato, es una oportunidad de darle al que necesita. Pero, ¿por qué pide con insistencia? Por fe. Este don es lo que distingue nuestra oración. Oración, perseverancia y fe serán los ingredientes primordiales para obtener los frutos de la plegaria.

Finalmente, quisiera citar un pensamiento de H.U. Von Balthasar sobre la segunda lectura de hoy. «La Palabra de la que habla la segunda lectura no es la palabra de la pura acción, de la batalla de Josué, sino exactamente la palabra de la oración, de petición, de las manos en alto de Moisés. “Permanece en lo que has aprendido”, es decir, en lo que conoces de la “Sagrada Escritura”, que en ningún sitio recomienda la pura ortopraxis. Solo cuando “el hombre de Dios” es instruido por la “Escritura inspirada por Dios” está “perfectamente equipado para toda obra buena”, y la primera "obra buena" es la oración, que debe recomendarse a los cristianos “con toda comprensión y pedagogía”».

Que pasen un buen domingo en la presencia del Señor.

Sigamos cuidándonos.

P. Martín

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