DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C
Primera lectura: 2Reyes 5, 14-17; Salmo 97, 1. 2-3ab. 3cd-4 (R.: cf. 2b); Segunda lectura: 2Timoteo 2, 8-13; Evangelio: Lucas 17, 11-19.
En este domingo la Palabra de Dios nos invita a ser agradecidos con Dios.
Cuántas bendiciones recibimos todos los días de Él, cuántas cosas permite Dios que pasen en nuestra vida y no somos capaces de agradecerlas. Todo acontece porque Él lo permite. Ser agradecidos con Dios es bendecirlo por las obras grandes que hace en nuestra vida.
En la primera lectura leemos el prodigio de la curación de Naamán, el sirio. El se contagia de lepra. Esta afección cutánea era el anticipo de una posible muerte lenta, pero también, en la mentalidad judía, la constancia de un pecado, ya sea personal o de una generación antecedente. No lo leemos en la lectura de hoy, pero su mujer tenia una esclava israelita que se sentía preocupada por la salud de Naamán y le sugiere que vaya donde el profeta que está en Samaria. Es así como encuentra a Eliseo que le pide el “insignificante” gesto de que se bañe en el río. Naamán duda por la simplicidad del gesto, pero luego hará caso y se sanará. Desde ese momento tendrá fe en el Dios verdadero y en adelante, a modo de agradecimiento, le rendirá culto sólo a Él.
Dios quiere quitarnos nuestra lepra, pero depende que tengamos fe y que estemos dispuestos a hacer pequeñas cosas en las que podamos dejar que Dios actúe en nuestra vida. Quiere que nos sumerjamos en el manantial de su misericordia para que quedemos limpios de aquellos pecados que nos atan y nos dejan leprosos. La persistencia en el pecado nos va matando lentamente como la lepra. Por eso, miremos el sencillo gesto de la confesión sacramental por la cual nos sumergimos en el agua de la misericordia y nos quita nuestras lepras.
En el evangelio vemos que Jesús va de camino y se encuentra con 10 leprosos que a lo lejos miran a Jesús e imploran su compasión. Ante la explicación antes mencionada del efecto moral de la lepra, podemos deducir dos ideas: 1) Si la lepra está vinculada al pecado, entonces el pecado nos hace estar lejos como los 10 leprosos que recurren a Jesús. 2) En un momento nos daremos cuenta que Jesús tiene la solución para salir de nuestra lepra. Jesús procede tal cual está preceptuado en Levítico 13: tienen que ir al sacerdote para que determine su situación. Pero cuando van de camino se curan. De los 10, solo uno, un samaritano, regresa donde Jesús a darle las gracias. A ese único que volvió donde Jesús, recibe de Él esa maravillosa bendición: “Tu fe te ha salvado”.
Algunas veces nos pasa que recibimos mucho de Dios, pero no lo sabemos agradecer. Pensemos en cuántas cosas bonitas pasan en nuestra vida diaria y no las agradecemos. Y más aún, cuántas veces hemos dado gracias por la gracia que nos llega de Dios. Millones de hombres y mujeres viven por inercia como si las cosas tienen que ir como en “piloto automático” y asumimos que tienen que ser así y no siempre tienen que ser así. A cuántos les ha cambiado la vida en cuestión de segundos, para bien o para mal. ¿Cuántas veces hemos dado gracias a Dios por ello?
La segunda lectura nos recuerda de algo fundamental: “Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos”. El mismo San Pablo dice que “Si Cristo no hubiera resucitado… vana seria nuestra fe” (1Co 15, 14). La resurrección es el gran misterio que sostiene nuestra fe. Creemos en un Dios vivo, no en un Dios muerto y alejado de nosotros. La fe nos compromete con Jesús vivo y resucitado. La fe nos lleva a vivir como Él vivió. Si morimos, viviremos con Él, si perseveramos, reinaremos con Él e incluso si somos infieles, Él se mantiene fiel. La fe no es andar ciegamente por la religión, como diría el papa Francisco en su encíclica Lumen Fidei 20 “La fe en Cristo nos salva porque en él la vida se abre radicalmente a un Amor que nos precede y nos transforma desde dentro, que obra en nosotros y con nosotros.”
Que tengan un buen domingo y que lo vivamos en la presencia de Jesús.
P. Martín
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