DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Primera lectura: 2Macabeos 7, 1-2. 9-14; Salmo 16, 1. 5-6. 8 y 15 (R.: 15b); Segunda lectura: 2Tesalonicenses 2, 16—3, 5; Evangelio: Lucas 20, 27-38.



La primera lectura de este domingo nos pone delante de algo muy actual: la fidelidad a Dios o renegar de Él. En muchos ambientes no se quiere hablar de Él, se avergüenzan de Él, lo niegan, lo piensan como algo alucinado o se burlan de Él. ¡Cuántas blasfemias y burlas! Pero junto a ello, hay muchos millones de personas que lo amamos, respetamos y lo anunciamos.

Esto es lo que les pasa a los hermanos macabeos que nos presenta la lectura. El rey Antíoco Epifanes, arrestando a los hermanos, los tortura para que sean infieles a la voluntad de Dios y coman carne de cerdo, impura para la época, como práctica de su paganismo. Los hermanos demuestran en todo momento que quieren ser fieles a los mandatos de Dios, que no quieren renunciar a lo que Dios les pide, no se burlan de Él, ni niegan su sumisión. Soportan todos los sufrimientos por amor a Él.

Los obligan a renunciar a su fe, a que se burlen de su Dios, y por negarse, los torturan y desprecian. Los hermanos macabeos se mantienen fieles hasta el ultimo momento. ¿Qué es lo que fortalece a los macabeos? la vida eterna. Son capaces de soportar todo con tal de alcanzar la meta. “Vale la pena morir a manos de los hombres, cuando se espera que Dios mismo nos resucitará”. Sabían que les aguarda la vida eterna. Murieron los hermanos por hacer la voluntad de Dios, ¿Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a morir por cumplir su voluntad? Hoy, en algunos ambientes, es más fácil renunciar a la fe que cumplirla.

En la segunda lectura leemos que San Pablo hace una plegaria pidiendo a Dios Padre que nos dé consuelo, esperanza y fuerza ante las pruebas. Va muy de la mano con el sentido de la primera lectura. Uno no puede afrontar las pruebas separado de Dios. Los macabeos, los tesalonicenses y nosotros mismos, no podemos salir airosos de la tentación cuando vamos por nuestra cuenta. Necesitamos de Él para que nos fortalezca en los momentos de dificultad. “El Señor es fiel, les dará fuerzas y los librará del Maligno”. No hay que temer, Él nos sostiene.

En el Evangelio vemos que los saduceos le presentan a Jesús un caso y, a partir de allí, saca una enseñanza hermosa. Los saduceos negaban la existencia de los espíritus o ángeles. No creían ni en la inmortalidad del alma ni en la resurrección de los muertos. 

¿Cómo seremos en la vida eterna? Jesús, con la sencillez de siempre, nos dice que los que mueran y sean dignos de la resurrección en la vida futura “serán como ángeles”. ¿Qué hay detrás de esto? 1) Hay una vida eterna. Hace poco celebrábamos el día de los fieles difuntos y, personalmente, he reflexionado sobre un miedo a morir: pensar que con la muerte se acaba todo. Eso no es así. Cada domingo confesamos en el credo que creemos en la vida eterna. 2) Hay una resurrección, es decir, que nuestro cuerpo y nuestra alma se volverán a unir. Eso también es mirar con trascendencia nuestra existencia. ¿Cuándo será? Sabemos que será cuando Cristo vuelva. 3) La vida eterna, la vida post mortem, no está dominada por los sentidos sino por el espíritu. Por eso, como dice Jesús, ya no hará falta el matrimonio, ni las funciones sensibles, seremos como ángeles. Y en eso hay que ser enfáticos: no seremos ángeles, sino como ángeles, es decir, que lo que dominará en nosotros, como lo podemos ver en los relatos de la resurrección de Jesús, es el espíritu. En esto hay que distinguir entre las personas angélicas y las personas humanas, que, luego de la muerte, son dominadas por lo espiritual. 4) Dios quiere hacernos participar de la eternidad. Jesús citando a Moisés dice que Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Es por ello, que Jesús nos aclara que el hombre despliega su existencia después de la muerte. La dimensión espiritual del hombre se prolonga hasta la segunda venida de Cristo en gloria, en donde nuestros cuerpos y almas se volverán a unir para encontrarnos con el Mesías en el gran juicio de la misericordia.

Que en este domingo podamos reflexionar en nuestra fidelidad a Dios, en cuánto necesitamos de Él y que Él nos promete muchas realidades hermosas después de nuestro paso por este mundo.

Buen domingo en la presencia del Señor.

P. Martín

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