TERCER DOMINGO DE ADVIENTO - CICLO A
Primera lectura: Isaías 35, 1-6a. 10; Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10 (R.: cf. Is 35, 4); Segunda lectura: Santiago 5, 7-10; Evangelio: Mateo 11, 2-1.
Entre los domingos de Adviento, el tercero, llamado Gaudete, del inicio de la antifona de entrada de la misa, era la más popular por el motivo de la solemne estación que el papa celebraba en San Pedro. Tiene algunas señales de alegría, reflejos de algunos textos litúrgicos de este día, y se mantienen en parte aun hoy día en la misa. Suena el órgano, se vuelven a poner las flores, el celebrante viste ornamentos rosa, los ministros usan los ornamentos de fiesta. (Cf. M. Righetti, Historia de la liturgia T.I, p. 683).
En este domingo se nos presenta la venida del Señor. Las tres lecturas de la misa nos hablan explícitamente del tema. Viene bien reflexionar sobre ello, porque a medida que pasan los días podemos correr el peligro de desviar la mirada hacia la navidad del mundo y dejamos de contemplar el misterio que celebramos.
En la primera lectura se nos dice “He aquí su Dios” y más adelante “Viene en persona y nos salvará”. No hablamos de cualquiera que ha de venir, viene Dios en persona. El Verbo se hizo carne para habitar entre nosotros y salvar a la humanidad del poder del mal. Esa venida en persona, la encarnación, nos permite contemplar la gloria de Dios. Gracias a que el Verbo se encarnó podemos conocer al Dios salvador: “Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar” (Mt 11, 21). El Mesías es el salvador de la humanidad, el que transformará toda la realidad, hará que el desierto tenga vida, sane a los enfermos y nos librará de la pena y aflicción. Esto es lo que hace que domine “el gozo y la alegría”.
En la segunda lectura se indica cómo hemos de esperar la venida del Señor: con paciencia. ¿Cuándo será? No lo sabemos, porque “Del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre” (Mt 24, 36). Mientras tanto, debemos esperar con paciencia y con la conciencia de que “La venida del Señor está cerca”. También se nos dice que, mientras esperamos, no hay que quejarse de los demás para no ser condenados. A veces corremos el peligro de criticar, señalar, juzgar e, incluso, condenar a los demás. Una buena conversión en este tiempo de adviento sería evitar hablar de los demás sin razón alguna.
Y en el Evangelio de este domingo la pregunta del bautista nos pone en el contexto del que estamos reflexionando: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Jesús no responde con reflexiones profundas sino con sus obras: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen. Más allá de enumerar obras, estas son las obras que indican la llegada del Mesías esperado. Con ello, no podemos negar que Jesús, a lo largo de los siglos, sigue haciendo milagros y prodigios en favor de aquellos que le piden con humildad. En la segunda parte del Evangelio Jesús habla del bautista. Reconoce su vida sencilla y la grandeza de su virtud, pero reconoce que el más pequeño del reino es más grande que él. Me pongo a pensar en esta afirmación y casi de inmediato me hace pensar en María y José. Ellos han sido muy humildes, tan humildes que José pasa casi desapercibido y María es la humilde esclava del Señor.
Termino con una frase del papa Francisco: “El Adviento es un tiempo de gracia. Nos dice que no basta con creer en Dios: es necesario purificar nuestra fe cada día. Se trata de prepararnos para acoger no a un personaje de cuento de hadas, sino al Dios que nos llama, que nos implica y ante el que se impone una elección” (15/12/2019).
Que vivamos un gozoso domingo en la espera del Señor que viene.
P. Martín
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