CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
Primera lectura: Sofonías 2, 3; 3, 12-13; Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10 (R.: Mt 5, 13); Segunda lectura: 1Corintios 1, 26-31; Evangelio: Mateo 5, 1-12a
En medio de todas las valiosas enseñanzas que podemos encontrar
en las lecturas de este domingo, personalmente resuena en mí la palabra humildad.
En la primera lectura leemos “Busquen al Señor los humildes, que cumplen sus mandamientos”. La
humildad nos lleva a reconocer que nosotros no somos seres autónomos y que
podemos hacer lo que nos place. Nosotros somos criaturas de Dios, de un Dios tan
bueno que nos ha mostrado cuál es el camino que nos acerca a Él: los
mandamientos. Dios no nos quiere esclavos, nos quiere libres, y es a través de
los mandamientos como nos manifiesta ese camino que nos lleva hacia Él. Los
mandamientos son la expresión más clara de libertad y de humildad. Por libertad
y por amor vivo los mandamientos y por humildad obedezco lo que Dios nos ha
expresado. Los mandamientos vividos con humildad tienen una capacidad
liberadora.
En la segunda lectura se nos exhorta a no creernos más
que los demás. “Ha escogido a la gente
baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular lo que cuenta”.
Todos corremos el peligro que abandonar la humildad para sentirnos más que los
demás, nos convertimos en medida y jueces de los demás. Sólo Dios lo es todo y
solo Él merece la gloria y la alabanza. Y con ello, no podemos olvidar que Dios
ha escogido a instrumentos frágiles para poder sorprender a los poderosos y a
los que se creen más que los demás. Nuevamente es una llamada a vivir la
humildad y a vivir glorificando a Dios.
Y en el Evangelio de este domingo leemos las
bienaventuranzas. La explicación más clara y oficial la hizo el papa Francisco
en Gaudete et exultate, donde comenta
cada una de ellas. Allí nos recordaba que “Volvamos
a escuchar a Jesús, con todo el amor y el respeto que merece el Maestro.
Permitámosle que nos golpee con sus palabras, que nos desafíe, que nos
interpele a un cambio real de vida.”
“Dichosos
los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” El papa decía
comentando esta bienaventuranza que “Jesús
llama felices a los pobres de espíritu, que tienen el corazón pobre, donde
puede entrar el Señor con su constante novedad.”
“Dichosos
los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” También nos decía el
papa que “La palabra «justicia» puede ser
sinónimo de fidelidad a la voluntad de Dios con toda nuestra vida, pero si le
damos un sentido muy general olvidamos que se manifiesta especialmente en la
justicia con los desamparados”.
“Dichosos
los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” Nos decía el papa al
respecto que “No es fácil construir esta
paz evangélica que no excluye a nadie, sino que integra también a los que son
algo extraños, a las personas difíciles y complicadas, a los que reclaman
atención, a los que son diferentes, a quienes están muy golpeados por la vida,
a los que tienen otros intereses.”
Y podríamos seguir reflexionando en profundidad cada una
de las Bienaventuranzas. El papa emérito Benedicto XVI precisamente comentaba
que “Las Bienaventuranzas son un nuevo
programa de vida, para liberarse de los falsos valores del mundo y abrirse a
los verdaderos bienes, presentes y futuros.”
Pidámosle al Señor que nos ayude a vivir con mucha
humildad, libertad y con el deseo que acercarnos mucho más al Señor.
Buen domingo en la presencia del Señor, pidamos mucha paz
para nuestro país.
P. Martín.
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