TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
Primera lectura: Isaías 8, 23b—9, 3; Salmo 26, 1. 4. 13-14 (R.: 1a); Segunda lectura:1Corintios 1, 10-13. 17; Evangelio: Mateo 4, 12-23.
Usemos un poco la imaginación para entrar en el Evangelio de este domingo. Pensemos en un espacio cercano a un lago, hay movimiento, hay comercio, hay intercambio. Hay personajes llamativos y trascendentales en medio de la sociedad, vamos viendo expectativa por la presencia de Juan Bautista y su peculiar modo de vivir y la cantidad de discípulos que lo seguían. Veamos algunos datos importantes que podemos encontrar en el Evangelio.
Ante todo, podemos ver que se da cuenta del inicio del ministerio
de Jesús, o si se quiere decir de otra forma, el inicio de su vida pública.
Es interesante el dato de que Jesús se traslada a Cafarnaúm
luego del arresto de Juan. Deja Nazaret para establecerse en Cafarnaúm, junto
al pueblo de Zabulón y Neftalí. Y esto nos remite a la primera lectura del
profeta Isaías. El capítulo 9 de Isaías es una profecía sobre la llegada del Mesías.
Zabulón y Neftalí habían caído en desgracia y habían sido invadidas los asirios.
Por esa razón, se le prometía la llegada de alguien que será como esa luz
grande y terrible que les dará gozo y alegría. Esta será una gran bendición
para los habitantes. Con la llegada de Jesús se cumple esta promesa. Jesús es
la luz que ilumina y aquel que quitará toda dominación, el que da la alegría y
el gozo con su presencia. Hay un posible doble motivo para que Jesús se
establezca allí: El cumplimiento de la promesa y, posiblemente, la vivienda de
Pedro.
Jesús empieza a predicar la cercanía del Reino de Dios.
Juan Bautista ya iba predicando la conversión y, como signo exterior, el
bautismo. Esto fue preparando el terreno para la llegada de Jesús, es más, Juan
iba dando testimonio de Jesús e iba indicando hacia Él. Ante todo, predica la
conversión: convertirse implica cambiar de vida, arrancar aquello que me impide
vivir en la gracia de Dios. Ya lo hacía Juan y ahora vemos que lo predica Jesús.
Eso mismo nos lo dice hoy: ¡Conviértanse! Convirtámonos, cambiemos, mejoremos. Pero
no hablamos de simple conversión, hay que cambiar porque el Reino está cerca. Sólo
podemos ser ciudadanos del Reino si hemos adaptado nuestros pensamientos y
obras como lo propone el Rey. Jesús nos ha indicado por dónde ir y qué hacer, pero
a veces nos cuesta dejar nuestros modos de proceder y descuidamos nuestra
propia conversión.
El papa Francisco, respecto de este Evangelio, decía: “Para estrechar este pacto de alianza con
Dios, cada uno está llamado a convertirse, transformando su propio modo de
pensar y de vivir. Esto es importante: convertirse no solo es cambiar la manera
de vivir, sino también el modo de pensar. Es una transformación del
pensamiento.” (22/01/2017).
“La
llamada a la conversión, que Jesús dirige a todos los hombres de buena
voluntad, se comprende plenamente a la luz del acontecimiento de la
manifestación del Hijo de Dios, sobre el que hemos meditado los últimos
domingos. Muchas veces es imposible cambiar de vida, abandonar el camino del
egoísmo, del mal, abandonar el camino del pecado porque el compromiso de
conversión se centra sólo en uno mismo y en las propias fuerzas, y no en Cristo
y su Espíritu.” (20/01/2020).
Esa conversión posibilita el seguimiento inmediato y sin
condiciones de Jesús. Por eso, pasa al lado de los cuatro primeros y dejando las redes lo dejaron todo y lo
siguieron. Dejémonos mirar por Jesús y acojamos su llamada de ser pescadores de
hombres y ciudadanos del Reino.
Les deseo un buen domingo en la presencia del Señor.
No olvidemos que es el Domingo de la Palabra de Dios.
Leamos más la Biblia.
P. Martín
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