PRIMER DOMINGO DE CUARESMA - CICLO A

Primera lectura: Génesis 2, 7-9; 3, 1-7; Salmo 50, 3-4. 5-6a. 12-13. 14 y 17 (R.: cf. 3a); Segunda lectura: Romanos 5, 12-19; Evangelio: Mateo 4, 1-11.



Hemos iniciado hace algunos días el camino de la cuaresma. Tiempo de gracia para prepararnos para la gran celebración de la Pascua. Todo un itinerario para caminar con Jesús por el desierto, luchar contra el poder de mal y el pecado y llegar a la experiencia gozosa del Misterio Pascual.

Hay una palabra que este domingo me llama la atención: Conocer.

La oración colecta de la misa de este domingo pide “concédenos progresar en el conocimiento del misterio de Cristo”. En nuestro mundo y en nuestra experiencia cotidiana el conocer es algo ineludible. Progresa el conocimiento en las ciencias, en las artes, y en otros ámbitos del saber humano. Nos interesa saber y conocer más. Un buen gesto de conversión en esta cuaresma es pedirle al Señor que nos ayude a conocerle más, no solo intelectualmente, sino haciendo una experiencia amorosa de su presencia. Hay que pedirle que disuelva y derrumbe todos los obstáculos que impiden llegar a ese conocimiento. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti” (Jn 13,2). Conocerle y amarle es lo más hermoso que puede pasar en nuestras vidas. 

A veces nos puede pasar como en la primera lectura que podemos optar por conocer aquello que nos desvía del camino. Eva, luego de dialogar con la serpiente, opta en desobedecer a Dios. Come del árbol del conocimiento del bien y del mal, se expone a la muerte y al castigo de Dios. Y eso mismo puede pasarnos a nosotros. Abusando de la misericordia de Dios nos ponemos por encima de sus mandamientos y le desobedecemos. “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos” (1Jn 2, 3). Una señal inequívoca del conocimiento de Dios es el obedecerle. No una obediencia servil o por miedo, sino como una certeza de que sus mandatos son el camino seguro para vivir justificados y santificados. Eva fue seducida por la serpiente y cayó en la desobediencia. Ella también lo llevó a Adán al pecado. Todo pecado es contagioso y tiene consecuencias sociales, repercute de alguna manera en los demás. Una gracia que podemos pedir en esta cuaresma es que conozcamos los mandamientos del Señor para poder cumplir su voluntad.

En el evangelio podemos ver cómo el Demonio tienta a Jesús. Quisiera aprovechar en recordar que Jesús fue tentado, pero no cayó en la tentación. Lo digo porque algunos piensan (ayudados por lecturas, canciones o historias raras) que Jesús ha tenido una experiencia de pecado. Jesús fue tentado, pero no cayó. Y eso lo podemos ver claramente en el evangelio. Es interesante un detalle: Jesús es llevado al desierto por el Espíritu y, el Espíritu que es Dios, no puede actuar con malicia, no lo puede hacer a propósito. La tentación tiene dos caminos: motivar a alguien a hacer algo malo o ayudarlo a determinarse en hacer algo bueno. El Espíritu impulsa a Jesús a hacer el bien. Hacer el mal es una contradicción en su ser. 

Además, el desierto es el lugar de la lucha y la supervivencia, es donde seremos probados y demostraremos que armas tenemos para salir adelante. El desierto no es un lugar desconocido para el pueblo judío, el desierto es el lugar en donde uno confía en Dios. El Espíritu hace que Jesús venza las tentaciones del hambre, la soberbia y el poder. Aquello que hace al hombre tan autónomo e independiente. El Espíritu también viene en nuestra ayuda en este tiempo de desierto y lucha para morir al pecado y llegar a una vida nueva. De esta forma, Jesús conoció la experiencia de la tentación y, por la ayuda del Espíritu, venció.

Finalmente, en la segunda lectura podemos ver que gracias a Jesús podemos salir airosos de la lucha contra el poder del mal. Jesús vino como el nuevo Adán que lucha contra los espíritus malos y nos abre las puestas de la santificación y la gracia. Jesús es el que obedece de modo perfecto y, con esa obediencia, logra la salvación.

Queridos amigos: Hoy es tiempo de gracia, hoy es tiempo de salvación. Pidamos la gracia de conocer cada vez más el misterio de Cristo y, con su ayuda, podamos vivir de un modo cada vez más libre y santo.

Buen domingo en la presencia del Señor

P. Martín


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