SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA - CICLO A
Primera lectura: Génesis 12, 1-4a; Salmo 32, 4-5. 18-19. 20 y 22 (R.: 22); Segunda lectura: 2Timoteo 1, 8b-10; Evangelio: Mateo 17, 1-9.
Estamos en el segundo domingo de Cuaresma, llamado el domingo de la
Transfiguración. Es cierto que en agosto tenemos la fiesta litúrgica de la
Transfiguración, pero en este tiempo nos hace bien contemplar esta página del Evangelio
para poder acercarnos un poco a la gloria que nos espera. Precisamente en el
prefacio de la misa de hoy se dice que “Después
de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el
resplandor de su luz, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas, que,
por la pasión, se llega a la gloria de la resurrección”.
A modo de preámbulo, es oportuno volver al final de la segunda lectura de
este domingo: “Dios dispuso darnos su
gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al
aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la
vida inmortal, por medio del Evangelio.” Dios se ha ido dando a conocer
progresivamente a los hombres. Podríamos decir que Dios quiere darse a conocer.
Por ello, el catecismo dice al respecto en el número 53 que “Dios se comunica gradualmente al hombre, lo
prepara por etapas para acoger la Revelación sobrenatural que hace de sí mismo
y que culminará en la Persona y la misión del Verbo encarnado, Jesucristo”.
Esta pedagogía y gradualidad la ha seguido Cristo con sus apóstoles y discípulos,
y podemos decir que ese conocimiento del misterio de Cristo también sigue una
gradualidad con nosotros. Poco a poco Dios va dándose a conocer y nosotros vamos
respondiendo a su don.
¿Qué podemos ver en el Evangelio de la Transfiguración? Ante todo, que es
una manifestación de la gloria de Dios, es un adelanto de lo que Cristo, como
Dios y como hombre, recibe en el cielo. Con ello, Jesús sube con sus más
cercanos a una montaña alta. Las montañas, a lo largo del antiguo testamento,
son el lugar preferido para la manifestación de la divinidad. Y es allí donde se
produce la teofanía.
Jesús se transfigura. Es una condición momentánea que, luego de su Resurrección,
se hace permanente. El catecismo en el 555 dice que “Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la
confesión de Pedro.” No es una condición permanente antes de consumar el Misterio
Pascual, es un pequeñito momento de gloria. Antes de la venida del Espíritu
Santo no se entendía esto y, es más, hasta miedo generaba. Por eso, al final
del Evangelio Jesús dice “Levántense, no
tengan miedo.”
Sobre la blancura de las vestiduras de Jesús dice Benedicto XVI en su libro
Jesús de Nazaret: “Al mismo tiempo, las
vestiduras de Jesús, blancas como la luz durante la transfiguración, hablan
también de nuestro futuro. En la literatura apocalíptica, los vestidos blancos
son expresión de criatura celestial, de los ángeles y de los elegidos. Así, el
Apocalipsis de Juan habla de los vestidos blancos que llevarán los que serán
salvados (cf. sobre todo 7, 9.13; 19, 14). Y esto nos dice algo más: las
vestiduras de los elegidos son blancas porque han sido lavadas en la sangre del
Cordero (cf. Ap 7, 14)”
Es un momento capital porque aparece Moisés, el que recibe la ley y Elías,
el profeta. También dice el catecismo que “Moisés
y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas
habían anunciado los sufrimientos del Mesías (cf. Lc 24, 27)”.
Se oye una voz que habla dentro de la nube luminosa: “Este es mi Hijo, el
amado, mi predilecto. Escúchenlo”. El papa Francisco decía que “Es muy importante esta invitación del
Padre. Nosotros, discípulos de Jesús, estamos llamados a ser personas que
escuchan su voz y toman en serio sus palabras. Para escuchar a Jesús es
necesario estar cerca de Él, seguirlo, como hacían las multitudes del Evangelio
que lo seguían por los caminos de Palestina.” (16 de marzo del 2014).
Al final del Evangelio leemos que Jesús no quiere que se revele en ese
momento lo que habían experimentado los tres. No era el momento. Hay que seguir
una pedagogía, un itinerario, la gradualidad de la que hablaba al inicio.
Se podrían analizar y reflexionar más detalles sobre este Evangelio, se
podría recurrir a comentarios profundos e, incluso, al magisterio que ha hecho mención
de este tema. Es para seguir profundizando y animándonos en este itinerario de
la cuaresma.
Buen domingo en la presencia del Señor.
P. Martín
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