DOMINGO DE RESURRECCIÓN - VIGILIA PASCUAL



Estamos en la noche y en el día de nuestra salvación.

Estos días hemos podido ver que, de diversos modos, la liturgia, bien vivida y bien celebrada, espontáneamente nos lleva a la realidad del Misterio que celebramos. Hemos pasado por el júbilo de la entrada triunfal en Jerusalén, hemos contemplado momentos tristes como las traiciones de Pedro y Judas, hemos estado en el Cenáculo, lo hemos acompañado en el Huerto mientras llegaba la hora de la entrega, estuvimos en silencio al lado de su sepultura y hoy nuestro corazón se llena de gozo de saber que ha resucitado.

Si bien es cierto que nuestras mentes no podrán abarcar todo el misterio que hay detrás de la Resurrección de Jesús, si es cierto que la Liturgia nos aproxima a él.

LA VIGILIA PASCUAL:

No es una noche cualquiera, es la noche de nuestra salvación, es la noche de la victoria de Cristo. Cristo ha resucitado y nosotros participamos de su Resurrección. Cristo en esta noche se nos muestra de algunas formas:

1) Es luz: El cirio pascual es el signo de Cristo Resucitado. No es una presencia como la eucarística, pero no pone delante del Resucitado. Cristo quiere ser luz en nuestra vida, la luz nos indica el camino, nos quita la ceguera del pecado, la luz quita la oscuridad. Esa luz sostiene todo lo creado, por eso, la luz se difunde, para que vivamos iluminados por Cristo.

2) Es la vida verdadera: En el mundo hay muchos muertos en vida. En la Epístola y en el Evangelio de la Vigilia escuchamos que Jesús no ha quedado atrapado en la muerte, que ella ha sido vencida, que ha perdido poder. La muerte entró entre nosotros precisamente por la desobediencia de los primeros padres (Pensemos aquí en las terribles consecuencias de una desobediencia) y desde ese momento no había forma de restablecer esa relación fluida y espontanea con Dios. En el momento culminante de la historia, la segunda persona de la Santísima Trinidad toma carne humana y viene al mundo para entregar su vida libremente para vencer al pecado y, con él, a la muerte, su consecuencia más terrible. Dios quiere que los hombres vivamos eternamente con Él.

3) Es nuestra Pascua: Podría parecer redundante, pero no será poco recordarlo. Cristo fue la Víctima Pascual, lo dio todo para que nosotros podamos estar con Él, quiere que compartamos lo que Él ya posee. Él firma con su sangre el pacto para liberarnos del poder del pecado y de la muerte. Cristo quiere perpetuar esta pascua mediante el sacramento de la Eucaristía. Él se queda con nosotros, no nos deja solos.

4) Es nuestra victoria: El cristiano no puede vivir derrotado, hemos vencido con Él, vamos a compartir con Él su victoria. De ella participamos por el bautismo. El cristiano, por el bautismo, es sacerdote, profeta y rey. Esto renovaremos esta noche en la liturgia bautismal. Renovemos nuestra vida y nuestra dignidad.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

P. Martín

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