SEXTO DOMINGO DE PASCUA - CICLO A
Primera lectura: Hechos de los apóstoles 8, 5-8. 14-17; Salmo 65, 1-3a. 4-5. 6-7a. 16 y 20 (R.: 1); Segunda lectura: 1 Pedro 3, 15-18; Evangelio: Juan 14, 15-21.
En la primera lectura de este domingo podemos contemplar
dos escenas que no nos deberían resultar ajenas. Por un lado, vemos a Felipe
que va predicando y, con su predicación, le acompañan signos y prodigios. Esto
nos tiene que recordar que quien va en nombre de Jesús verá que Él le irá sosteniendo
con signos que confirman lo que se predica. No esperemos signos «espectaculares»,
Dios va actuando silenciosamente, es su obra. Y, por otro lado, vamos uno de
los pasajes que justifica el sacramento de la confirmación. Cuando los
apóstoles se enteran de que la Palabra llegó a Samaría, fueron Pedro y Juan
para que algunos fieles recibieran el Espíritu Santo. Si estamos atentos
podemos ver que el don del Espíritu Santo viene de la oración de los apóstoles
y es algo además del bautismo. Incluso se habla de un ritual: oraban, les
imponían las manos y recibían el Espíritu Santo. La predicación de Felipe,
posiblemente preparó a los que recibieron el Espíritu Santo. De alguna manera,
esta lectura ya nos va preparando recibir el don del Espíritu en Pentecostés.
En la segunda lectura, San Pedro nos exhorta a «Dar razón
de su esperanza». Una pregunta que podemos hacernos a la luz de esta lectura es
¿Estoy preparado para dar razón de lo que espero y creo? A veces algunos nos
pueden impresionar porque pareciera que conocen la Biblia y nos dejan asustados
y sin argumentos. Hoy, motivados por el ejemplo de Felipe que predicaba y oyendo
la exhortación de Pedro, debemos comprometernos a prepararnos más para dar
razón de nuestra esperanza. En la lectura también se señala cómo debemos
proceder cuando nos piden razones: con mansedumbre, respeto y buena conciencia.
Predicar la Palabra, sí, pero sin agredir ni violentar. (Lo cual no significa
que hay que callar o endulzar lo que está mal).
Finalmente, en el Evangelio de este Domingo, una vez más
nos insiste Jesús que la relación con Dios es una relación de amor. Una medida
para saber si lo estamos amando es si estamos viviendo los mandamientos.
Algunas personas piensan que los mandamientos es una especie de recorte de la
libertad. Es todo lo contrario. Cuando uno vive los mandamientos vive libre y
sin miedo, vive amando. Precisamente el mundo no conoce de moral, de valores,
de principios. Para eso, nosotros los cristianos, debemos dar testimonio de
nuestro amor a Dios con nuestra conducta. «El que acepta mis mandamientos y los
guarda, ese me ama». No lo hagamos por miedo, hagámoslo por amor. ¿Estamos
dispuestos a hacer esta locura de amor?
La consecuencia del guardar los mandamientos lo único que
hace es que recibamos de Dios amor. «Al que me ama lo amará mi Padre, y yo
también lo amaré y me revelaré a él». Si vivo los mandamientos, de alguna
manera, aseguro la presencia de Dios en mi alma. Y esa habitación hará que mis
actos estén llenos del amor de Dios.
Termino con una cita de San Josemaría Escrivá: «Ojalá fuera tal tu compostura y tu
conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee la
vida de Jesucristo.» (Camino 2).
Buen domingo y felicidades a todas las madres en su día.
P. Martín
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