SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR - CICLO A

Primera lectura: Hechos de los apóstoles 1, 1-11; Salmo 46, 2-3. 6-7. 8-9 (R.: 6); Segunda lectura: Efesios 1, 17-23; Evangelio: Mateo 28, 16-20.



Celebramos el misterio de la Ascensión del Señor. J. Rico dirá que «La ascensión es un hecho distinto y distante (en el tiempo) de la resurrección», porque se da a los 40 días de la Resurrección, y que «La ascensión es «subida» porque conlleva elevación: la humanidad corruptible participa para siempre de la gloria incorruptible de Dios» (Cristología y soteriología, p. 130).

La Ascensión no significa un alejamiento de Jesús respecto de los hombres, todo lo contrario, con ella establece un nuevo modo de presencia real y universal. Jesús, en su humanidad sube al cielo, a la morada de Dios para quedarse entre nosotros de un modo totalmente novedoso: los sacramentos y, por la conveniencia de su ascensión, el envío del Espíritu Santo.

A veces podemos pensar que el misterio de la Ascensión es un «irse» de Jesús y dejarnos desamparados, pero, como los misterios de Jesús, va más allá de lo que se puede entender en la simple lógica. El papa Benedicto XVI en su obra Jesús de Nazaret dice que «La desaparición de Jesús a través de la nube no significa un movimiento hacia otro lugar cósmico, sino su asunción en el ser mismo de Dios y, así, la participación en su poder de presencia en el mundo.»

Al final de la primera lectura de esta Solemnidad nos dice «El mismo Jesús que los ha dejado para subir al cielo, volverá como le han visto marcharse» (He 1, 11). Eso es cierto. Insisto, Jesús no ha subido al cielo para desentenderse de nosotros. Sube como hombre para recibir la gloria que como Dios ya ha recibido desde toda la eternidad por los méritos de los sacrificios realizados en su Misterio Pascual. Por eso, al final del Evangelio de hoy dice «Sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo». (Mt 28, 20). El papa Benedicto XVI decía al respecto que «Él no está ahora en un solo sitio, sino que está presente al lado de todos, y todos lo pueden invocar en todo lugar y a lo largo de la historia.»

El misterio de las Ascensión también implica una misión. «Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos bautizándolos…» (Mt 28, 19). Para que los discípulos sean testigos convincentes, Jesús pasó con ellos 40 días para que creyeran en la realidad de su resurrección. Luego de esta experiencia son enviados por el mismo Jesús para que vayan y anuncien a todos los hombres este acontecimiento.

Parafraseando al gran teólogo dominico A. Royo Marín, quisiera señalar tres razones por las conviene la Ascensión: 1. Para aumentar nuestra fe: Nosotros nos movemos por los sentidos, creemos en lo que vemos; pero este misterio nos lleva a creer en lo que no vemos. Cristo sube al cielo y es exaltado sentados a la diestra del Padre. Nuestros ojos no lo ven, pero lo creemos. 2. Para levantar nuestra esperanza: Nos hace pensar y contemplar lo que es nuestra verdadera patria: el Cielo donde está Dios (no hablo del cielo atmosférico). 3. Para encender nuestra caridad: Es conveniente que Cristo suba para que nos envíe el Espíritu Santo consolador. (Cf. Jesucristo y la vida cristiana, p. 366).

¡Feliz día de la Ascensión!

P. Martín

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