SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS - CICLO A

Primera lectura: Hechos de los apóstoles: 2, 1-11; Salmo 103, 1ab y 24ac. 29bc-30. 31 y 34 (R.: cf. 30); Segunda lectura: 1 Corintios 12, 3b-7. 12-13; Evangelio: Juan 20, 19-23.


Hoy viene a nosotros el Espíritu Santo. No es tan fácil hablar de Él porque nos vemos, por un lado, en el ámbito del misterio, y por otro, de lo espiritual. Sin embargo, tenemos muestras claras de que el Espíritu está entre nosotros.

Quisiera volver al momento final de la crucifixión. Dice el evangelista Juan que lo último que hizo Jesús fue «entregar el espíritu». Como vemos en el Evangelio, al primer día de la semana, luego de resucitar, aparece a los que estaban en el Cenáculo y «sopló sobre ellos» el Espíritu Santo. Es el día de Pentecostés cuando viene en forma de llamas de fuego sobre María y los apóstoles.

Podemos correr el riesgo de subestimar al Espíritu; es más, podemos pecar contra Él. Como no profundizamos en el Espíritu lo ignoramos o pensamos que es «una palomita inofensiva», cuando es sólo una representación de Él y, precisamente, desconocemos su acción. El Espíritu Santo es Dios, tiene infinito poder y, sin duda alguna, quiere actuar. ¿Estamos dispuestos a dejarle actuar?

Uno de los grandes regalos que nos trae Jesús por su Misterio Pascual es el mismo Espíritu Santo. Él será quien hace comprensibles todas las cosas, el que obra y hace que el Misterio Pascual se despliegue hasta nosotros con toda su fuerza y realidad, Él es el que obra la santificación de los hombres.

Decía que también se puede pecar contra Él. Jesús nos habla del «pecado contra el Espíritu Santo» y que éste no tendrá perdón. ¿De qué habla Jesús? Simplemente de no dejarle obrar en nuestra vida al Espíritu y presumir (dar por segura) nuestra salvación. Hoy es una buena oportunidad para invocarlo y dejarle un espacio en nuestro corazón para que haga de nuestra vida algo distinto.

En la segunda lectura de la misa dice San Pablo que «Nadie puede decir «Jesús es el Señor», sino por el Espíritu Santo». Una de las misiones del Espíritu es ayudarnos a creer más en Dios. El Espíritu nos aumenta la fe. Creer de verdad es obra del Espíritu Santo en nosotros.

En esta lectura también dice el Apóstol que «Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu ara formar un solo cuerpo». El Espíritu asegura la unidad de la Iglesia. Gracias a Él, que lo hemos recibido en bautismo, ahora nos pone en comunión con todos los miembros de la Iglesia.

El Espíritu Santo hace que los discípulos puedan llegar a todos los hombres. Esto lo vemos claramente en la glossalia luego del descenso del Espíritu sobre los apóstoles. La Iglesia, gracias al Espíritu Santo va llegando a todos para que se salven.

Finalmente, es el Espíritu Santo el que obra la salvación de los hombres: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados…». El Espíritu «quiere» salvarnos, limpiarnos del pecado, hacernos santos.

Vivamos con mucha intensidad este Pentecostés, que deseemos mucho la venida del Espíritu Santo y que nos llene de sus dones.

P. Martín

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