DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A

Primera lectura: 2 Reyes 4, 8-11. 14-16a; Salmo 88, 2-3. 16-17. 18-19 (R.: 2a); Segunda lectura: Romanos 6, 3-4. 8-11; Evangelio: Mateo 10, 37-42.



La reflexión de este domingo quisiera hacerla a partir de la oración colecta de este domingo. Debo decir que, a diferencia de las lecturas dominicales, que se leen cada tres años, la oración colecta se reza todos los años y, en el caso del tiempo ordinario, se repite en los días donde no se celebra el recuerdo litúrgico de algún santo.

Empezamos diciéndole a Dios “Que por la gracia de la adopción has querido hacernos hijos de la luz”. Esa gracia de la adopción la recibimos por el Bautismo, precisamente de lo que se nos habla en la segunda lectura. Interesante lo que nos dice San Pablo: “Cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte.” Ser bautizado, ser hijo de la luz, recibir la gracia de la adopción implica el morir y resucitar en Cristo. Ya, por la gracia del bautismo, podemos participar de este misterio aquí en la tierra. ¿De que muerte hablamos? Lo dice al final de la segunda lectura: “considérense muertos al pecado”. Hemos muerto en Cristo al poder del mal. ¿Qué puede hacer un cadáver en relación a algo? Nada. Igual nosotros, debemos morir al pecado y evitar lo más que se pueda caer en él.

La oración continúa diciendo: “Concédenos que no nos veamos envueltos por las tinieblas del error”. ¿De qué error pedimos no ser envueltos? De todo error que nos aleje de Dios y de su santa voluntad. El mundo de hoy vive como cegado, quiere imponer sus criterios que a veces se disfrazan del “verdades”, quiere que no miremos la verdad y sus consecuencias. Hoy le decimos a Dios que nos ayude a no caer en ello, ni que vayamos como borregos detrás de las ideologías de moda.

Y termina la oración diciendo que “Nos mantengamos siempre en el esplendor de la verdad.” Ese “mantenernos siempre” va muy de la mano con el mensaje del Evangelio de este domingo. Nosotros nos mantendremos en el Señor en la medida que nos encontremos nuestra vida y la sepamos ofrecer al Señor, que cojamos nuestra cruz del cada día. Para los judíos, la cruz era un signo de muerte, pero también de humillación. El “esplendor de la verdad” está en cargar la cruz con lo que ello conlleva. El mundo que vive en las tinieblas del error no quiere cargar la cruz, no quiere sufrimiento, quiere todo arreglado y sin complicaciones. La vida verdadera implica: morir en Cristo al pecado y cargar la cruz para ser dignos del Señor.

Si vivimos así, podemos decir que, mantenernos en el esplendor de la verdad es encontrar a Cristo en nuestra vida y, desde ese encuentro, iluminar nuestra existencia personal y la de los demás.

Que tengan un buen domingo en la presencia del Señor.

P. Martín

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