DOMINGO XIV DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
Primera lectura: Zac 9, 9-10; Salmo 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14 (R/.: cf. 1); Segunda lectura: Rom 8, 9. 11-13; Evangelio: Mt 11, 25-30.
Este
domingo quisiera compartir la reflexión tomando también la oración colecta, que,
a mi parecer, va muy de la mano con las lecturas de la misa.
La
oración comienza diciendo, dirigiéndose al Padre: “Oh, Dios, que en la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad
caída”. Dios quiere rescatarnos del pecado y de la muerte. Sabemos que este
fin se logra a través del Misterio Pascual de Cristo. Gracias a la venida de Cristo
al mundo, Él tomó carne y fue la víctima que se ofreció por los pecados de
todos nosotros.
Por eso,
que interesante es la primera lectura cuando nos dice: “¡Alégrate, Jerusalén! Mira que viene tu rey”. Será Jerusalén el
lugar de la victoria, es donde, aunque se lea cruel, el Hijo - Rey será
humillado y, en esa humillación, nos levantará y nos devolverá la dignidad
perdida. Pero si vamos un poco más allá, si pensamos en la Jerusalén del cielo
como el lugar de la victoria, también en el cielo recibiremos infinitamente
todo lo que necesitamos.
Pedimos
en la oración “concede a tus fieles una
santa alegría…” y la primera lectura dice: “Salta de gozo, Sión; alégrate, Jerusalén”. Cuando somos conscientes
de todo lo que hace Dios por nosotros y captamos, aunque sea un poquito de lo
que nos quiere dar, no sentimos la alegría fugaz que da el mundo y sus
placeres, sino una alegría más profunda y firme; una alegría que es don de
Dios. Pensemos por un momento, es como saber por adelantado una buena noticia,
una gran noticia. En ese momento todo cambia, todo es distinto. Pues, algo así
es esa santa alegría que pedimos: sabemos que hay algo más y mayor que nos
espera gracias al Hijo, a Jesús. Esto no nos lo da el mundo, esto viene de
gloriarnos de la Cruz de Jesús. Insisto, no es masoquismo, es ser conscientes
que Él es el sacerdote, altar y victima de nuestro rescate del poder del mal.
Y termina
la oración diciendo “para que disfruten
del gozo eterno los que liberaste de la esclavitud del pecado.” Muy de la
mano de lo que dice toda la segunda lectura. Los que viven de la carne, en la
carne se queda; los que viven de Cristo, viven en plenitud, viven muertos a las
obras del cuerpo, viven como participes de la resurrección. Para ello
necesitamos el Espíritu de Cristo que nos da nueva vida.
“Todo me ha sido entregado por mi Padre,
y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y
aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.” Bellas frases del evangelio de hoy. Todo viene del Padre y el Padre se lo
comunica al Hijo y el Hijo nos lo comunica a nosotros. Qué detalle de su parte.
Nos da todo para que sepamos lo que debemos hacer para alcanzar la salvación.
Ten un
buen domingo en la presencia del Señor.
P.
Martín
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