DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A
Primera lectura: Isaías 56, 1. 6-7; Salmo 66, 2-3. 5. 6 y 8 (R.: 4); Segunda lectura: Romanos 11, 13-15. 29-32; Evangelio: Mateo 15, 21-28.
En la primera lectura, Dios le pide a Isaías que se guarde/observe el
derecho y se practique la justicia, porque la salvación está por llegar y la
justicia se va a manifestar. Hacer bien las cosas toma esfuerzo, implica
sacrificio, renuncias. No siempre se entiende, pero tiene su recompensa. Es
bonito saber que líneas después dirá que incluso los extranjeros se han unido a
esta propuesta para amar el nombre del Señor. Observar el derecho y practicar la
justicia tiene su recompensa: ser llevados al monte santo y llenar de jubilo en
su casa de oración. Cumplir los mandamientos y practicar la justicia nos hace
divinos, nos diviniza, y estaremos cerca de Él.
Pero un detalle que no podemos pasar por alto es la urgencia de cumplir
este pedido de Dios. «Mi salvación está
por llegar», es inminente, está muy cerca. Jesús nos anuncia que el Reino
está cerca de nosotros y, en el Apocalipsis, dirá que está a la puerta. Jesús,
el Salvador, viene a salvarnos, pero debemos «estar en forma» de salvador. Es
ya, no podemos retrasarlo. Es por amor, no por miedo.
La segunda lectura, de San Pablo a los Romanos, nos muestra la otra cara. A
pesar de que Dios nos pide vivir haciendo su voluntad, el apóstol reconoce que
los de su raza viven de espaldas al Mesías, por eso, los gentiles parece que
están dispuestos a hacer su voluntad. Pero aun así, judíos y gentiles, todos,
hemos caído en el pecado. Hay una frase que nos puede llenar de consuelo «Pues Dios nos encerró a todos en
desobediencia, para tener misericordia de todos.». Dios no está de acuerdo
con el pecado, pero permite que suceda para tener misericordia de nosotros.
Insisto, esto nos da consuelo. No obstante, también supone un esfuerzo de
cambio de vida, hacer la voluntad de Dios y dejarnos divinizar, hacernos
santos.
En el Evangelio de este domingo vemos a una mujer cananea que viene tras
Jesús para pedir que sea ayudada en su necesidad. Cree que Jesús viene a
liberar del poder del mal, por ello le presenta este problema espiritual: su
hija está poseída por un demonio muy malo.
En eso, Jesús de amonesta diciendo que «Solo
he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel» y después que «No está bien tomar el pan de los hijos y
echárselo a los perritos», a lo que ella le responde «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas
que caen de la mesa de los amos».
¿Jesús está siendo despectivo? No. ¿Jesús se está resistiendo a hacer una
obra de bien? Tampoco, al contrario, está poniendo a prueba la fe. Y, se puede
decir, que la mujer está demostrando que tiene una gran fe. Desde el solo hecho
de postrarse ante Jesús muestra que cree que Él es Dios, el Mesías, el Salvador
de todos los hombres, no solo de algunos.
Dios tiene compasión y misericordia de todos, quiere que confiemos en Él.
Este domingo es una buena oportunidad para pedirle esta gracia.
Buen domingo y a vivir en la presencia de Dios.
P. Martín
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