XXXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO A

Primera lectura: Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31; Salmo 127, 1-2. 3. 4-5 (R.: 1a); Segunda lectura: 1Tesalonicenses 5, 1-6; Evangelio: Mateo 25, 14-30.



En la segunda lectura de este domingo se nos va poniendo en el contexto del final de la historia. El apóstol nos habla del “Día del Señor” que llegará como ladrón por la noche, en silencio y en el momento menos esperado. Los primeros cristianos consideraban que la segunda venida de Cristo era inminente, es decir, que pensaban que se iba a dar ya, pero vemos que el Señor nos viene regalando un largo tiempo para que podamos cambiar, corregir y mejorar aquellas cosas que no están marchando bien y las podamos enmendar en vistas a la construcción del reino.

En ese sentido, podemos decir que cuando llegue el Día del Señor será un día de gozo, de gloria, de felicidad, siempre y cuando nosotros no vivamos como los hijos de las tinieblas. Por eso, como leeremos en el evangelio, hemos de poner al servicio de Dios y de los demás todas nuestras habilidades y capacidades para que la luz ilumine a todos los hombres y no lleguemos a las tinieblas de la noche con el miedo de no saber qué es lo que puede suceder con nuestras propias existencias.

Este evangelio también va en esa misma línea. Estamos leyendo el discurso escatológico del evangelio de San Mateo. Aquí vemos de un modo gráfico cómo será el juicio al final de la historia, de los hombres y la humanidad.

El Señor da cada uno de nosotros habilidades y capacidades, bajo la imagen de la moneda del talento, para ponerlos al servicio de los demás, siempre buscando el bien común y un mutuo enriquecimiento. Todo lo bueno que sale de nosotros viene de Dios para que todo vuelva a Él. En ese sentido, el Señor lo que espera es que nosotros pongamos al servicio todo lo que él ha puesto en nosotros para que su reino se siga extendiendo y cada prójimo se vea beneficiado de nuestras buenas acciones. Esto se entiende solamente desde la fe y el amor.

Por eso, al que supo negociar sus cinco talentos el señor le da un cargo de mayor responsabilidad y el que recibió dos es premiado por el señor. En cambio, el no hacer nada con el talento dado por el hombre o el señor trunca ese plan de poder expandir esas habilidades que se esperan de nosotros para el bien de los demás. No puede quedar trunco lo que Dios da a cada uno de nosotros. Y ese truncar el don de Dios, lamentablemente, retrasa nuestra propia salvación y la salvación de los demás.

Podemos decir que tanto el que recibió cinco y dos y supieron negociar su talento es la imagen de aquellos que buscan hacer hasta lo imposible para que eso que Dios nos ha dado pueda dar el máximo fruto, podamos sacarle el máximo provecho. En cambio, el que no hizo nada con el talento recibido, por poquito que sea, es la imagen de aquellos que habiendo recibido algo de Dios no lo saben poner al servicio, se ensimisman y no saben qué hacer con sus propias vidas. Ahí aparece la negligencia, el miedo y el pecado.

Dios no pide cuentas de inmediato, él respeta los procesos. Por eso, en la parábola habla de que el hombre volvió después de mucho tiempo, es decir, que nos da la oportunidad de poder poner en ejercicio esa riqueza que él ha puesto en nuestras manos y, luego de un tiempo, volverá para pedir cuentas del que hicimos con eso que él puso en nosotros.

Lamentablemente cuando uno no pone en las manos de Dios su vida y sus proyectos pierde la vida inútilmente; en cambio, el que pone su vida y sus talentos en las manos de Dios será como aquellos que multiplicaron sus dos o cinco talentos y pueden entrar en ese reino de Dios que tiene preparado para los suyos. El Señor no quiere de nosotros que nos volvamos como empresarios que van multiplicando las ganancias de una obra, sino que espera que pongamos en ejercicio aquellos dones, talentos, virtudes, habilidades y capacidades que van a ayudar a extender el reino de Dios. En el caso del negligente, como decíamos antes, truncará el reino de Dios y más bien por negligente le dará espacio a otras fuerzas que quieren que perdamos la mirada de esperanza en Dios, que es lo que nos hace salir adelante cada día. 

Ten un buen domingo en la presencia del Señor.

P. Martín

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