SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR - CICLO B



En el prólogo del Evangelio de San Juan dice «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (1, 14). Con estas palabras de San Juan quisiera introducir esta reflexión en el día de la Navidad. No celebramos una fecha, celebramos uno de los capitales misterios de nuestra fe. La encarnación y el nacimiento de Jesús es el inicio de esa nueva etapa de la historia que trae la salvación para todos los hombres. Viene al mundo para hacerse como nosotros menos en el pecado (Cf. Hb 4, 5)

En la Carta a los hebreos dice el Señor: «Por eso, al entrar en este mundo, dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo - pues de mí está escrito en el libro - a hacer, oh Dios, tu voluntad!» (10, 5- 7). Para eso el Verbo se encarna, para hacer en su cuerpo la santísima voluntad de su Padre. «Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22, 42).

¿Cuál es la voluntad de Dios sobre Jesús? «Esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día final» (Jn 6, 39) Jesús viene al mundo para que nada se pierda y que todo participe de esa plenitud que posee Él, que nada caiga bajo el poder del mal. Para eso, como dice la Carta a los hebreos, tiene un cuerpo y lo entrega como sacrificio perfecto. 

Ese sacrificio es el mejor servicio, un servicio humilde, de esclavo. «Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.» (Flp 2, 6 -7). Sin dejar la majestad que posee como Dios, pasa por uno de tantos, a tal punto que ese cuerpo que le da el Padre lo entrega en la cruz por amor.

Precisamente, Jesús, haciendo la voluntad de Dios, ama hasta el extremo «No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos» (Jn 15, 13). Jesús, en su encarnación nos muestra que es ese «Dios con nosotros» (Mt 1, 23), un Dios cercano, un Dios y hombre verdadero. 

Podríamos seguir intentando profundizar en el porqué de la encarnación, y nos tomaría más tiempo. Hoy podemos darle gracias a Dios por habernos dado a su Hijo como redentor de los hombres, Salvador, amigo y hermano.

Sin dejar de lado la liturgia de hoy, quisiera recordar algo que, de repente, puede parecer obvio, pero no lo es tanto: la realidad de la liturgia. Hoy estamos en Belén, hoy nace el redentor, hoy es nuestra salvación. Hoy no es simple cronos, es kairos. Hoy sucede algo que ha atravesado toda la historia y la humanidad, hoy se marca un antes y un después, hoy estamos ante el misterioso y excepcional nacimiento del Señor. Como oramos en la Vigilia pascual «suyo es el tiempo y la eternidad».

Él se ha hecho hombre, Él se ha hecho sacramento del Padre, de Él brota la salvación. Nosotros tenemos la ventaja de poder sumergirnos en este misterio y hacernos como un personaje más del Belén y dejarnos transformar por su gracia.

Cristo es la eterna promesa de amor de Dios con la humanidad.

Les deseo una feliz y santa Navidad, que recibamos del Niño Jesús muchas y abundantes bendiciones y que estos días sean de profunda contemplación del Niño en el pesebre, en el Sagrario y en cada prójimo.

P. Martín



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