DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B
Primera lectura: Job 7, 1-4. 6-7; Salmo 146, 1-2. 3-4. 5-6 (R.: cf. 3a); Segunda lectura: 1Corintios 9, 16-19. 22-23; Evangelio: Marcos 1, 29-39.
Un primer pensamiento, a la luz de las lecturas de hoy, es pensar en el sentido que le doy a mi vida. A veces nos afanamos en las cosas pasajeras y descuidamos las que son valiosas y permanentes.Vivimos la fugacidad del momento y, sobre todo en nuestro tiempo, perdemos el valor de los procesos y del crecimiento. ¿A qué dedicamos nuestra vida?
También, hoy en día es impone un estilo de vida «fácil», el confort, el bienestar. Todo se quiere y se tiene al alcance de la mano y sin mayor esfuerzo. Sería mejor vivir sin trabajar y sin fatigarse. Las nuevas generaciones ya no piensan en los trabajos que tomen esfuerzo, en algunos casos buscan ganar sin esforzarse mucho.
A todo esto, pienso que debemos redescubrir lo bonito de la vida. No todo es color de rosa y no todo va envuelto en algodón. Dice en la lectura «Recuerda que mi vida es un soplo». Hay que aprovechar cada instante de la vida con intensidad y responsabilidad. No podemos pasar por la vida lamentándonos por lo que no conseguimos o no tenemos, tenemos que ir por la vida descubriendo que el tiempo pasa, que todo va fluyendo y que, cuando menos lo pensemos, estaremos al final de nuestro paso por este mundo.
Eso es lo que hizo Jesús. Podemos ver en el Evangelio que predicaba, curaba enfermos, exorcizaba. Jesús dedicaba mucho tiempo a servir a los demás, sin interés de por medio, no buscaba recompensas y estaba atento a las necesidades de los demás. Pero con todo ello, le daba tiempo a lo más importante que tenía: la oración. Sin oración no se puede vivir bien, se vive como «muerto en vida». La oración nos da fuerza para ir adelante y cumplir nuestros deberes de la mejor manera.
Junto con la oración, Jesús también valora la soledad y el silencio, situaciones no muy agradables para nuestro tiempo rodeado de ruido. Es muy importante saber hacer silencio y saber estar -sanamente- a solas. Es aquí cuando escuchamos la voz de Dios, cuando podemos sentir su presencia con mayor intensidad, es aquí cuando nos llenamos de su amor.
Otro tema transversal de las lecturas de este domingo es la predicación. «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» dice san Pablo, y en Evangelio vemos que Jesús iba por las aldeas predicando. No hace falta ser un teólogo de carrera o un orador bien capacitado para predicar el Evangelio. San Josemaría Escrivá decía algo muy bonito: «Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: este lee la vida de Jesucristo.» (Camino 2) Nuestra vida tiene que ser una constante predicación. Bendito sea Dios si lo es con argumentos sólidos, pero también lo será en una vida humilde que refleje nuestro trato con Dios.
Que nos urja predicar, que nos urja vivir con pasión el presente, que nos urja aprovechar cada segundo para anunciar que el Reino está en medio de nosotros.
Buen domingo en la presencia de Dios.
P. Martín
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