TERCER DOMINGO DE CUARESMA - CICLO B
Primera lectura: Éxodo 20, 1-17; Salmo 18, 8. 9. 10. 11 (R.: Jn 6, 68); Segunda lectura: 1Corintios 1, 22-25; Evangelio: Juan 2, 13-25.
En 1Pedro 2,5 dice «Ustedes son las piedras vivas con las cuales Dios
edifica su templo espiritual». Tomando como referencia esta frase y en este
tiempo cuaresmal, quisiera invitarlos a que reflexionemos sobre nuestro templo
y qué está sobrando en él.
En la primera lectura se nos recuerdan los 10 mandamientos. En muchos casos
no es tarea fácil el aprenderlos, pero lo más importante es vivirlos. De ser
así, podemos decir como el salmo: «Los mandatos del Señor son rectos y alegran
el corazón». Vivir los mandamientos no es una experiencia de prohibición sino
de alegría, instrucción, descanso. En lo absoluto quiere Dios que nos sintamos
como «aves sin alas», sino que nos enumera aquello que debemos cumplir para
hacer su santa voluntad y para vivir en tranquilidad conmigo mismo y con los
demás.
El incumplimiento de la voluntad de Dios es lo que hace que mi templo se
vaya profanando poco a poco, se va llenando con el dinero de la ambición y la
codicia, se va ensuciando por tantas permisiones que tenemos, se va profanando
por el descuido de los deberes religiosos. Dios, que es tan bueno, nos dice
«toma mi mano y vayamos juntos por este camino».
Jesús con su gracia entra con toda su fuerza y quiere expulsar todo aquello
que no está en orden en mi vida personal. Dejemos que la fuerza de la Palabra
que hemos leído y escuchado penetre en nosotros y vaya actuando. Al inicio
sentiremos nostalgia de lo que hemos dejado, pero luego sentiremos el frescor
de la gracia de Dios.
Al Jesús que vemos en el evangelio de hoy no es precisamente el Jesús manso
y humilde, es un Jesús lleno de celo por la casa de su Padre. Hay momentos de
nuestra vida en los que Dios tiene que actuar así, directa o indirectamente,
para que todo vaya volviendo al orden y a lo sagrado que tenemos en nuestro ser.
También podemos ser como los judíos que le piden un signo. Millones de personas
a lo largo de los tiempos han esperado de Jesús el espectáculo. Hoy con toda la
confianza que hay en la ciencia ya no es tan fácil tener una fe bien formada.
Muchos se quedan en lo elemental, en lo básico, en lo común. Para ello, tenemos
que pedir la gracia de la unidad que muchas veces se ve ensombrecida por las
aspiraciones humanas.
Ante este pedido Jesús nos dará el signo de la resurrección para demostrar
quién es. Ese es otro tema importante: muchos quieren creer en lo que ellos
quieren creer. Vasta un ejemplo: El Jesús en el que creemos. Algunos son un
tanto selectivos y solo buscan al Jesús «dulce», pero se olvidan de la
exigencia de Jesús.
Por eso, es una buena oportunidad para repasar los mandamientos, examinar si
los estamos viviendo bien y nos comprometamos a hacer una experiencia de
conversión cuaresmal.
Buen tercer domingo de cuaresma.
P. Martín
Gracias padre Marín. Conocemos a un Cristo siempre radical y esto nos invita a seguirlo siempre con fidelidad y coherencia.
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