VIERNES SANTO EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
Primera lectura: Isaías 52, 13—53,12; Salmo 30, 2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25 (R.: Lc 23, 46); Segunda lectura: Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9; Pasión: Juan 18, 1—19, 42.
Hoy estamos en el día de la Pasión y Muerte del Señor. No podemos perder la realidad de todo lo que esto significa. En este día también contemplamos el nacimiento de la Iglesia del costado de Cristo dormido (Cf. Carta 58). También es importante recordar que ni hoy ni mañana tendremos la Santa Misa y la comunión será de lo consagrado en la Cena del Señor. Jesús muere por amor a cada uno de nosotros.
En la antigüedad se le llamó a este día «feria VI in Parasceve». Este
nombre viene del griego «poner en orden» o «preparar» y designa al día de
preparación de la Pascua (Cf. M. Augé, A
través del año litúrgico, p. 141). Los sinópticos lo usan para designar el
día de la muerte de Jesús (Cf. P. Reagan, De
adviento a pentecostés, p. 205).
En la liturgia romana no siempre se ha celebrado de la misma manera. Hay
tres elementos tradicionales del viernes santo: la liturgia de la Palabra, la
adoración de la Cruz y la comunión. La adoración a la cruz es un gesto de la
liturgia de Jerusalén que está atestiguado desde el siglo IV. En el siglo VII,
en la liturgia romana se realiza la adoración de la reliquia de la cruz (Cf. J.Abad,
Para vivir la Semana Santa, p. 59),
sin embargo, en la liturgia papal no. Recién lo incorporan en el siglo VIII. Para
esta época se daba la comunión a todos. (Cf. Augé, pp. 141 – 142). En el siglo
XIII se reservó la comunión sólo para el presidente de la celebración y, esto
dio pie para que en el misal de 1570 lo estipulase así. En el siglo IX aparece
en Francia el rito de cubrir la Cruz que se va a adorar (Augé Ib.) Con la
reforma de la Semana Santa de 1956, cambia el clima fúnebre para recordar también
la Pasión y en la Reforma de 1970, se pone en el Misal «Celebración de la Pasión
del Señor» (Cf. Reagan, pp. 205 – 206).
En la oración colecta, en la segunda oración propuesta, hay, por decirlo de
alguna manera, toda una teología del Viernes Santo.
1. «Oh,
Dios, que por la pasión de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, has destruido la
muerte». Sólo el nuevo Adán podía devolver el orden al universo entero. Para
eso, Cristo, haciendo una ofrenda libre y voluntaria de su cuerpo, se ofrece
como victima por los pecados de los hombres. «Por eso, al entrar en este mundo,
dice: Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos
y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo
- pues de mí está escrito en el rollo del libro - a hacer, oh Dios, tu
voluntad!» (Hebreos 10, 5). Cristo es Sacerdote, Victima y Altar (Cf. Prefacio
pascual V). Esta ofrenda logra que se venza la muerte y el pecado.
2. «Concédenos
que, semejantes a él, llevemos la imagen del hombre celestial». Le pedimos que
por los méritos de su Pasión y Muerte redentora nos conceda la gracia de recobrar
la dignidad perdida por los pecados de los primeros padres y de toda su
descendencia. San Pablo decía «Ahora me alegro cuando tengo que sufrir por
ustedes, pues así completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de
Cristo para bien de su cuerpo» (Colosenses 1, 24). Nuestros sufrimientos y
dificultades tienen que ser un condolernos con Cristo.
3. «Por
la acción santificadora de tu gracia, así como hemos llevado grabada la imagen
del hombre terreno por exigencia de la naturaleza.» Para alcanzar los méritos
de Cristo y lograr esa transformación que le pedimos, necesitamos de su «acción
santificadora» No podemos confiarnos en nuestras propias fuerzas. Necesitamos agarrarnos
de Dios para lograr esa transformación.
Pensemos en los múltiples sufrimientos de Cristo, pensemos en cada gota de
su sangre derramada, pensemos en el infinito amor que Él nos tiene para ofrecerse
como victima expiatoria y rescatarnos del poder del mal. Hoy es un buen día para
pedirle la gracia del arrepentimiento sincero.
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