SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA - CICLO B

 

Primera lectura: Hechos de los apóstoles 4, 32-35; Salmo 117, 2-4. 16ab-18. 22-24 (R.: 1); Segunda lectura: 1 Juan 5, 1-6; Evangelio: san Juan 20, 19-31.



Hay una palabra que aparece en la primera lectura: testimonio. Precisamente los apóstoles daban testimonio de la Resurrección, es decir, que anunciaban a los demás que Cristo no se había quedado sepultado en el sepulcro, sino que ha resucitado y está vivo. Esto nos tiene que llevar a sentir la urgencia de anunciar a los demás lo que es más importante para nosotros: la Resurrección. Si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra fe, decía San Pablo. Este testimonio no es acerca de una ideología, sino como decía Benedicto XVI en su primera encíclica que uno se hace cristiano no por una ideología sino porque se ha encontrado con una persona: Jesucristo resucitado.

Nosotros nos hemos encontrado con Cristo y en estos días de Pascua, nos seguiremos encontrando con Él de múltiples maneras, se nos hará el encontradizo en diferentes situaciones: en la Liturgia, en el encuentro con el prójimo, en la oración y en otros momentos donde Él, de un modo novedoso, aparece a nosotros.

Este testimonio se traduce en el cumplimiento de los mandamientos. Como nos dice la segunda lectura: En esto consiste el amor a Dios: guardar sus mandamientos. Esto significa que no vemos los mandamientos como una experiencia de represión, como si estuviéramos amarrados y sin libertad.

Al contrario, los mandamientos son la expresión de la correspondencia del ser humano a la infinita misericordia de Dios. Es por eso, que es un detalle de amor que nosotros de alguna manera podamos vivir los mandamientos en todos los sentidos y en todas sus formas. La misericordia de Dios es la que nos potencia para continuar viviendo estas exigencias de amor.

No es fácil, pero tampoco es imposible. Hoy es el día de la Divina Misericordia, fiesta que el Señor le propone a Santa Faustina, en febrero de 1931, cuando le dice que en el segundo domingo de Pascua derramará un océano de misericordia en todas las almas que recurran a Él. La misericordia es lo más grande, que Dios puede tener respecto de nosotros Hablamos de una misericordia infinita y es por eso que ella quiere inundarnos a cada uno de nosotros Y esa misericordia nos llevará a corresponder al infinito, amor y misericordia de Dios estoy cumpliendo los mandamientos.

También estamos en el domingo de Tomás. Vivimos en un mundo que ya no cree. Estamos rodeados de personas que ya no son creyentes. Incluso, podríamos decir que ante una multitud de bautizados solamente un reducido número son practicantes. Lo que no falta es la soberbia tentación a Dios. Como Tomás de exigimos signos y prodigios para creer.  Para creer necesitamos fe, y esa fe nos lleva a un creer sin necesidad de signos, sino por la sola presencia sacramental y de otras formas en las que podremos estar junto a Él. Hoy se piden evidencias científicas y Dios nos muestra las heridas de sus manos y sus pies, hoy se exigen signos y se nos muestra la Resurrección, hoy queremos evidencias y tenemos a vivo y resucitado.

En este domingo, queridos hermanos, debemos volver nuestra mirada hacia Jesús que sale a nuestro encuentro y nosotros lo único que podemos afirmar es Él está aquí y decir con Tomás «Señor mío y Dios mío», estas palabras se llenan de fe y admiración ante la presencia de Cristo, pero también son las respuestas de la duda que tuvo Tomás.

En este domingo que el Señor nos conceda, en primer lugar, la gracia de dar testimonio. Es decir, de anunciar a los hermanos que Él está vivo, que no se ha quedado en el sepulcro. Segundo, dar testimonio con una vida correcta, con una vida honesta, con una vida santa, que se corresponde al amor de Dios y a su misericordia, con la práctica de los mandamientos y,  finalmente, pedirle al Señor la gracia de creer en el aunque los sentidos no nos hagan sentir nada, que podamos confiar en su presencia aunque Él se nos muestre con pequeños signos como el pan y el vino de la Eucaristía. Dejémonos bañar, en este domingo, por la sangre y el agua que sale del pecho de Jesús en esos rayos donde hay misericordia y la podamos comunicar a los demás y hacerles llegar la salvación de Dios.

Que tengan un buen domingo en la presencia de Dios y que vivamos de su misericordia.

P. Martín

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