TERCER DOMINGO DE PASCUA - CICLO B
Primera lectura: Hechos de los
apóstoles 3, 13-15. 17-19; Salmo 4, 2. 7. 9 (R.: cf. 7); Segunda lectura: 1Juan
2, 1-5; Evangelio: Lucas 24, 35-48.
Hoy quisiera empezar comentando algunos puntos en común de las oraciones de la misa de este domingo. En la primera oración, llamada colecta, nos habla de afianzar la esperanza de resucitar gloriosamente. Esto se refiere a esperar, desear, anhelar el día de nuestra resurrección. Sabemos que esto será en el día que vuelva Cristo, y por eso, en algunas aclamaciones y oraciones decimos «¡Ven, Señor Jesús!». En el final de la oración sobre las ofrendas pedimos participar también del gozo eterno (de la resurrección de la que habla líneas antes). Junto con las ofrendas le pedimos participar de su gloria y Resurrección. Y en la última oración, después de la comunión, el que preside le pide al Señor que a su pueblo le conceda también la resurrección gloriosa. Nunca será poco recordar que Cristo es el primero en resucitar y que la Resurrección no es un acto exclusivo de Cristo, todos vamos a resucitar y además como Iglesia se lo pedimos humildemente al Señor.
Por otro lado, en la primera y en la segunda oración de la misa aparece la
alegría. Por un lado, en la primera, por haber
recobrado la adopción filial, con lo cual no nos olvidamos del carácter bautismal
de este ciclo litúrgico. Y, en la segunda, al recordar la resurrección de tu Hijo. Podríamos pensar que va pasando el
tiempo y se va «normalizando» las cosas y se va diluyendo la fuerza de la
pascua, pero no debería ser así. Precisamente, en los sacramentos de vida eterna, de los que habla la última oración, debemos
sentirnos renovados y transformados por la gracia que llega a nosotros a través
de ellos.
Para seguir con el tema de la alegría pascual, en el Evangelio vemos como
el Señor se aparece a sus discípulos. Hay dos momentos: el primero lleno de terror,
y el segundo lleno de alegría. Personalmente, es como el itinerario de la vida
espiritual. Dios siempre se quiere encontrar con nosotros, nosotros nos
llenamos de miedo, hasta que llega ese
momento en que es necesario buscarlo y encontrarlo, luego de ese encuentro todo
cambia y la conmoción y el terror se convierte en alegría. Nosotros como creyentes
estamos llamados a hacer muchos actos de fe en los que descubriremos la presencia
amorosa de Jesucristo.
Otro detalle importante es no olvidarnos de lo que pasó el Señor por
nosotros. Dios lo ha dado todo en su Hijo y hemos sido rescatados por esas
heridas de los clavos y del costado. La Resurrección es real, no es algo
fantasioso. Para llegar a ello hubo sufrimiento, dolor, muerte. Cristo lo dio
todo por ti y por mí.
Termino refiriéndome a una palabra, que me parece, está resonando durante
todo este tiempo: testimonio. Ustedes son
testigos de esto dice Jesús. No podemos quedarnos encerrados y pasmados,
tenemos que buscar la forma de gritarle al mundo que Cristo está vivo y que ha
resucitado. Nosotros hemos visto lo que ha hecho por nosotros y debemos
anunciarlo. Es un imperativo: dar testimonio.
Pasemos un domingo lleno de la alegría de la Resurrección del Señor.
P. Martín
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