DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B

Primera lectura: Isaías 50, 5-9a; Salmo 114, 1-2. 3-4. 5-6. 8-9 (R.: 9); Segunda lectura: Santiago 2, 14-18; Evangelio: Marcos 8, 27-35.



Imaginemos que hoy te van a tomar un examen sorpresa y la pregunta que te hacen es escribir quién es Jesús. ¿Cuál sería mi respuesta? Imagino que las respuestas serian de las más variadas y curiosas como la de sus discípulos. Desde las más informadas hasta las simples, e incluso, vacías.

El papa Benedicto XVI, en su primera encíclica decía: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». Nosotros conoceremos a Jesús por el trato que tenemos con Él. Entonces, es a partir de nuestra relación con Jesús que sabremos responder quién es.

¿Cómo conocimos a Jesús? ¿Lo recuerdas? ¿O no lo conocemos? Vale la pena recordar, aunque no tenga que ver con el texto del día de hoy, que conocer en los escritos de San Juan, mas que una acción intelectual, es la adhesión con su persona, es decir, el que lo conoce lo acepta como es y acepta sus principios propuestos en su Palabra. Esto es tan aplicable en el contexto de las lecturas de hoy.

Esto también se refleja, como dice la segunda lectura, en las obras que realizamos. Que cierto es lo que nos dice: «Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe». Podemos tener un conocimiento intelectual de Dios, de Jesús, incluso podemos tener un comportamiento moral correcto, pero serán nuestras obras las que muestren en quién y en qué creemos.

Sería inconsecuente profesar una serie de ideas morales y religiosas al margen de las obras y la caridad que debemos vivir. En ese sentido, debemos vivir como el Maestro y pasar por el mundo haciendo el bien.

Parte de ese conocimiento de Jesús también conlleva el sufrimiento. Por eso mismo, junto con la pregunta por Él mismo, ahora también advierte lo que sucederá con Él. «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días».

Para sus discípulos no es fácil de entender. Aquél que Pedro reconocía como Mesías, ahora remite al siervo sufriente del que leemos en la primera lectura «Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos». ¿Cómo a alguien tan grande y querido van a tratar de esa manera? Es parte del misterio de la redención. Lo hará por amor a nosotros.

Haciendo una interpretación en un sentido amplio, podríamos decir que, mediante la obra de la redención, Jesús nos demuestra quién es. Nos muestra con su muerte en la Cruz lo profundo de su ser.

Termino con una frase de la primera lectura: «Miren, el Señor Dios me ayuda». En medio de todo, Dios nunca abandona a nadie. A veces se puede quedar en un misterioso silencio, Él sabe el por qué de las cosas, pero nunca abandona. Hagamos una experiencia de sentir la ayuda y la fuerza que nos da Dios para que podamos cumplir su santa voluntad.

Buen domingo en la presencia del Señor.

P. Martín

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