DOMINGO TRIGÉSIMO TERCERO DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO B
Primera lectura: Daniel 12, 1 - 3; Salmo 15, 5.8.9 - 10. 11; Segunda lectura: Hebreos 10, 11 - 14. 18; Evangelio: Marcos 13; 24 - 32.
La primera lectura nos hace entender varios detalles: 1) señala que serán
“tiempos difíciles”. Nada en la vida es fácil y llegar a un buen final exige
esfuerzo. En esos tiempos de los que se nos habla podemos ver que habrá
situaciones en las que seremos probados para mostrar si estamos a la altura del
acontecimiento. 2) Se salvarán los escritos (inscritos) en el libro: Hay
algunos que, por la vida que han llevado, están inscritos en el libro de los
que viven, de los que no están marcados por el pecado y la muerte. Dios se nos
muestra como un Dios de vivos y ello implica que los que se han identificado
plenamente con Él han sido anotados en el libro de la vida. 3) Muchos
despertarán: el misterio de la Resurrección se va insinuando y nos va abriendo
una categoría totalmente distinta de lo que los de aquella época entendían. 4)
Algunos para la gloria y otros para la ignominia. No hay que presumir de la
salvación, hay que vivir consientes que estamos muy lejos de la meta. Ya
sabemos lo que puede ocurrir: salvación o condenación ¿A dónde quisiera ir? 5)
Los sabios: No hablamos de personas que tienen un alto grado intelectual,
hablamos de los que se han dejado configurar con Dios que nos llama. Los sabios
brillarán por su justicia y santidad, y serán luminosos como las estrellas, por
que darán luz para el cotidiano vivir.
Respecto de esto último, podemos decir que la segunda lectura nos ilumina.
Dice “Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados”. Nosotros, si queremos
llegar a esa santidad, justicia y correcta vida, debemos dejarnos llevar por el
arrepentimiento sincero, la justicia y santidad que nos va identificando con
Jesús. Él con una sola ofrenda ha perfeccionado todos los sacrificios y ha
hecho nuevas todas las cosas.
El evangelio de hoy también va en ese tono de final. El sol se hará
tiniebla, la luna ya no resplandecerá, las estrellas caerán, los astros
tambalearán. La inestabilidad de estos elementos nos pone delante de su
fragilidad y su fugacidad. Cuando pase esto se verá venir al Hijo del Hombre, a
Jesús, con su poder y su gloria. ¿Podemos pensar que la gloria de Dios es
inferior a estos elementos tan contingentes?
Por otro lado, también en el evangelio se nos insinúa lo que nosotros
llamamos “signos de los tiempos”. San Juan Pablo II decía al respecto “En el Evangelio que acabamos de proclamar
hemos escuchado una significativa referencia a la higuera que, con los primeros
brotes de sus ramas, anuncia que la primavera está cerca. Con estas palabras,
Jesús anima a los Apóstoles a no rendirse frente a las dificultades y las
incertidumbres del tiempo presente. Más bien, los exhorta a saber esperar y a
prepararse para acogerlo cuando vuelva” (19 de noviembre del 2000)
A veces hay señales que nos van indicando que sucederá algún
acontecimiento, pero a veces pasan inadvertidos. El final del mundo está cerca,
pero “el día y la hora nadie lo sabe…sólo el Padre”. Hoy es un buen día para reflexionar, a la luz
de la Palabra leída en la Santa Misa, si estamos a la altura de ese momento. Pasarán
muchas cosas en el momento en que el Hijo del Hombre se manifieste, pero ¿estoy
preparado?
Nosotros no nos quedamos en la destrucción, nosotros ejercitamos la
esperanza y pensamos en un futuro mejor. Si vivimos en santidad e identificados
con Jesucristo podremos vivir a la altura de ese acontecimiento grande que
recapitulará toda la creación en Jesucristo. Esto acontece en cada Eucaristía.
A. Nocent dice: “Toda la espera cristiana del éxito de la redención debería
consistir en la viva y gozosa esperanza de esta realización. La celebración
eucarística es, a la vez, prenda de la certeza que esperamos y eficacia que
engendra la madurez del mundo y apresura el fin de los tiempos. Cada vez que
celebramos la eucaristía, nos hallamos "a la espera de su venida", y
contribuimos a que pase el tiempo de los signos sacramentales para llegar al
cara a cara.”
Buen domingo en la presencia del Señor y a seguirnos cuidando.
P. Martín
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