DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO - CICLO C

Primera lectura: Nehemías 8, 2 - 4a. 5 - 6. 8 - 10; Salmo 18, 8.9.15; Segunda lectura: 1Corintios 12, 12 - 30; Evangelio: Lc 1, 1 - 4; 4, 14 - 21.



En septiembre del 2019, el Papa Francisco instituyó en la carta apostólica Aperuit Illis el domingo de la Palabra de Dios, que es el tercer domingo del tiempo ordinario. Ojalá que en el tiempo se consolide este domingo como la ocasión de profundizar sobre el lugar de la palabra de Dios en la vida de la iglesia y en la vida personal de cada creyente. Algunos todavía siguen considerando el mes de la Biblia en septiembre, pero es oportuno que progresivamente vayamos tomando conciencia de este domingo que puede pasar desapercibido. 

Quería empezar esta reflexión valorando una de las riquezas de la reforma litúrgica, es decir el incremento de Palabra de Dios en la celebración. Antiguamente se leía muy poco de la palabra en la celebración litúrgica, hoy tenemos la oportunidad de profundizar ampliamente diversas páginas de la Sagrada Escritura a lo largo del año litúrgico ya sea en la Santa Misa, en la Liturgia las horas, de modo especial en el oficio lectura y, también, en la meditación personal que cada uno puede hacer a través de la Lectio divina.

La primera lectura de este domingo precisamente nos muestra la fuerza de la Palabra que se proclama. Esdras lee el libro de la ley y esa lectura suscita una serie de reacciones en los oyentes. Al parecer no solo han oído, sino que han escuchado el mensaje de la Palabra. Eso nos tiene que llevar una primera reflexión: ¿Oímos o escuchamos la Palabra proclamada? Oír es solo captar un sonido, escuchar es retener el mensaje. Pero en nuestro caso, no solamente es eso, sino que nos tiene que llevar un compromiso concreto como lo hicieron los contemporáneos de Esdras. 

Otro detalle interesante que captamos de esta lectura es el solemne trato que se le da a la Palabra. Se prepara una tribuna, todos podían ver el libro abierto, la audición provoca adoración y postración. Asimismo, se ve como hay una explicación oportuna para que la puedan comprender en mayor profundidad. De esto, es oportuno hacernos otra pregunta: ¿Cómo es mi contacto con la Palabra que se proclama? ¿Le rindo respeto a la Palabra que es una presencia de Cristo en medio de nosotros? ¿Si Él estuviera ante nosotros físicamente desatenderíamos su Palabra? Creo que, si estuviera ante un personaje importante y me dirige un mensaje que marca mi vida, no lo olvidaría tan fácilmente, de repente lo guardaría en lo más profundo de mis recuerdos, y, si me comprometería algo sin duda alguna que lo haría. Entonces por qué no hacemos lo mismo con la Palabra de Dios que escuchamos cada domingo.

Al final de esta lectura vemos cómo se exhorta a alegrarse ante la escucha de la palabra de Dios. No tendría razón de ser entristecernos por esto, todo lo contrario, tendríamos que llenarnos de profunda alegría al escuchar el mensaje de aquel a quien amamos sobre todas las cosas. Lo que nos tendría que entristecer es más bien no cumplir lo que la Palabra nos pida, pues sería una resistencia a la voz de Dios. 

Y en el evangelio de este domingo, también lleno de múltiples detalles, quisiera destacar algunos:

San Lucas le dice a Teófilo que todo lo que él ha reseñado en su Evangelio no es algo improvisado, sino, algo que ha investigado diligentemente. Dios se inspiraba al evangelista para que lo que escribe sea una palabra de verdad. Otro detalle interesante es que el evangelista desea que reciba la solidez de la enseñanza. El evangelio no se presta ambigüedades y por esta razón el autor humano quiere ser muy fino en los detalles que quiere proporcionar a sus lectores y oyentes. Sería bastante negligente querer dar un mensaje tan importante lleno de imprecisiones. Razón por la cual el evangelista Lucas quiere darnos una enseñanza sólida fundada y cierta de la palabra de Jesús. 

Luego nos relata la visita de Jesús a la sinagoga en Nazaret donde leyó el rollo del profeta Isaías. Jesús es el ungido del Espíritu Santo y por ello su palabra está llena de poder y sabiduría. Está lleno porque quiere proclamar a los hombres el Evangelio, la buena noticia de la salvación.

En esa unidad de Cristo de la que nos habla la segunda lectura que encontremos todos el fundamento para realizar la misión que tenemos dentro de la Iglesia y en el mundo. Que a la luz de este texto encontremos sentido a la labor que cada uno tiene al servicio de los demás. Una forma de generar la unidad es la escucha de la Palabra de Dios en la Iglesia. «Aunque es cierto que los miembros son muchos el cuerpo es uno solo».

Que vivamos con entusiasmo y cada vez con mayor conciencia este domingo de la Palabra de Dios.

P. Martín 

P.d Aquí comparto un comentario anterior que puede complementar.

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